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William Jones, el filólogo que estableció el tronco común de las lenguas indoeuropeas

Retrato de William Jones en 1840 / Wikimedia Commons

Jorge Álvarez

El cementerio de South Park Street, antaño llamado Burial Ground Road, es el camposanto cristiano más grande del mundo fuera de Europa y América. Está ubicado en la ciudad india de Calcuta y acoge los restos de un buen puñado de británicos, algunos de ellos de cierta celebridad por su currículum en el mundo del ejército (entre ellos Walter Landor Dickens, hijo del famoso escritor), la política, la ciencia o la cultura.

En este último sector, la filología tiene un meritorio representante, cuya tumba está marcada con un monolito blanco: William Jones, el lingüista que difundió la idea de un tronco común del que derivaron las lenguas indoeuropeas.

Decimos difundir en vez de establecer o descubrir porque, en realidad, tuvo predecesores que lo hicieron antes, incluso con dos siglos de antelación, sólo que fue él quien obtuvo más reconocimiento porque contaba con la ventaja de ser el fundador de la Asiatick Society [sic], una entidad con sede en Bengala -que por entonces era capital del Raj británico en la India- y que le sirvió de eficaz altavoz para su teoría. Pero empecemos por el principio; ¿quién era William Jones?

Nació en Londres en 1746, hijo de sir William Jones, un matemático natural de Gales y con cierto renombre por haber popularizado el uso de la letra griega π como símbolo del número Pi (ya saben 3,1416…), aunque éste falleció cuando su vástago sólo tenía tres años. El pequeño William no heredó la sapiencia paterna por los números sino que se decantó por las letras, demostrando desde muy pequeño una extraordinaria facilidad para aprender idiomas por su cuenta: aparte del inglés y el galés, fue progresando con rapidez en francés, italiano, español y portugués, que solía estudiar durante las vacaciones.

Alumno de la Harrow School londinense, añadió el latín y el griego a sus conocimientos, y durante sus últimos años en esa institución empezó a interesarse por las lenguas orientales, iniciándose en el persa, árabe, hebreo y chino. Hizo sus estudios universitarios en Oxford, graduándose en Derecho en 1768 y pasando a trabajar como preceptor de lord Althorpe, labor que alternaba con la de traductor. En esta última faceta alcanzó prestigio tan pronto que, pese a tener sólo veinticuatro años, el rey Christian VII de Dinamarca le encargó una versión en inglés de Histoire de Nader Chah (Historia de Nadir Shah), obra de su amigo Mirza Mehdi Khan Astarabadi, el historiador que le había enseñado persa.

A lo largo de los seis años siguientes, Jones continuó traduciendo libros orientales y labrándose una reputación que amplió con ensayos propios sobre el tema como Traité sur la poésie orientale o Dissertation sur la littérature orientale, además de una Grammaire de la langue persane. Asimismo, tradujo poemarios asiáticos que le convirtieron en un especialista de referencia mundial.

A pesar de todo, sus ingresos eran tan limitados que en 1770 ingresó en el Middle Temple (una de las cuatro Inns of Court o agrupaciones profesionales de abogados), estudió leyes durante tres años y fue juez de circuito (una categoría judicial por encima de la de juez de distrito) en Gales, tomando parte en el fallido intento de solucionar legalmente el contencioso con los colonos americanos que desembocaría en la revolución. Paradójicamente él simpatizaba con su causa, lo que en 1780 le supondría tener que renunciar a su candidatura a una cátedra en Oxford.

De hecho, sus ideas progresistas le traerían más de un problema, pues en 1783, el mismo año en que le concedieron el título de sir (caballero) y se casaba con Anna Maria Shipley (la hija de un obispo galés), fue llevado a juicio por publicar lo que se consideró un libelo sedicioso, titulado The principles of government; in a dialogue between a scholar and a peasant. En septiembre marchó a la India, donde asumió el cargo de puisne justice (juez de categoría menor) de la Corte Suprema de Calcuta y, gracias a la fascinación que el país despertó en él, pudo olvidarse de todos esos líos.

Tuvo la ventaja -es un decir- de que las civilizaciones y la cultura indias todavía eran prácticamente desconocidas en el ámbito académico de Occidente. Por tanto, una de las primeras cosas que hizo fue fundar en 1784 la citada Asiatick Society, que en sucesivas fechas posteriores sería rebautizada de diversas formas hasta quedar en la actual The Asiatic Society y que, entre otras cosas, tenía una revista titulada Asiatick Researches. Esa publicación le sirvió a Jones -que fue elegido presidente y mantuvo el cargo hasta su muerte- para dar a conocer públicamente sus trabajos de investigación, si bien a menudo firmaba con el pseudónimo Youns Uksfardi (Jones de Oxford).

Entre ellos, los estudios que realizó sobre los Vedas, leyes, literatura, música, geografía, botánica y, en suma, casi todos los campos del saber. Lo hizo, además, en la lengua local, pues aprendió sánscrito con la ayuda de un profesor universitario hindú, algo que le permitió también traducir muchos textos poéticos que ejercieron cierta influencia en la literatura romántica inglesa. De este modo, Jones llegó a dominar la asombrosa cantidad de una treintena de idiomas, nada menos, a los que había que sumar conocimientos de otros tantos.

Con semejante catarata de erudición resulta curioso que Jones pasara a la posteridad, sobre todo, por una aportación filológica que, como decíamos al principio, no era nueva ni original. En 1786 publicó un ensayo titulado The sanskrit language, en el que recogía y exponía una teoría sobre el tronco común de una serie de lenguas aparentemente distintas y desconectadas entre sí, aunque tenían algunas semejanzas formales que hacía deducir la misma raíz para todas; hablaba, en concreto, del griego antiguo, el latín y el sánscrito.

Era algo de lo que ya se habían percatado los europeos del siglo XVI que visitaron el subcontinente indio, caso del erudito neerlandés Marcus Zuerius van Boxhorn, quien en 1653 denominaba escita a ese idioma previo seminal y añadía similitudes con el holandés, el persa y el alemán, para añadir más tarde el eslavo, el celta y las lenguas bálticas. En 1767 fue el jesuita francés Gaston-Laurent Coeurdoux, que pasó casi toda su vida de misionero en la India y se convirtió en un aclamado indólogo (escribió un diccionario telugu-francés-sánscrito que aún se usa), quien escribió una memoria demostrando el parecido entre el sánscrito y otros idiomas como griego, latín, alemán y ruso.

Jones recogió ese legado y trató de ampliarlo, pero en ese empeño cometió varios errores. En primer lugar, a esa relación filológica le añadió algunas lenguas que no tienen nada que ver, como el egipcio, el japonés y el chino, descartando en cambio dos que sí la tienen como el eslavo y el indostaní. Incluso propuso alguna que otra hipótesis estrambótica, como que sacerdotes del Antiguo Egipto habían emigrado a la India introduciendo su habla o que los chinos descendían de miembros de la casta guerrera india chatria.

La segunda equivocación fue sugerir que pueblos conquistadores habían introducido el sánscrito en la India septentrional en una época muy remota, desplazando al hindi. Algo de eso hubo, sólo que la historia es más compleja y las fechas que dio erraban, pues él se remontaba casi a la prehistoria (o a los comienzos de la civilización, como vimos con Egipto), cuando la cultura indoeuropea no entró en contacto con el subcontinente indio hasta el primer milenio antes de Cristo.

En realidad, el concepto indoeuropeo es estrictamente lingüistico, no étnico, a pesar de que desde el siglo XIX se identificó a los protoindouropeos con arios primitivos y se les otorgó equivocadamente un carácter unitario. Hoy se cree que la lengua protoindoeuropea, seguramente precedida de otra anterior conocida como preprotoindoeuropeo, debió de nacer entre la parte noreste del Cáucaso y la noroeste del mar Caspio, por fusión dialectal, hacia el cuarto milenio antes de Cristo y se expandiría en varias oleadas (primero hacia Europa central, luego hacia la septentrional) y más tarde hacia el sudeste.

Sin embargo, Jones tenía la ventaja de ser miembro de la Royal Society desde 1772, lo que le otorgaba aura de rigor y un mayor potencial de difusión. Es más, un discurso ante la Sociedad Asiática, en el que hablaba de ese tronco común protoindoeuropeo, ha pasado a la posteridad como el germen de la lingüística histórica, una disciplina que estudia la evolución y cambios de las lenguas, y que más tarde se vería perfeccionada con la gramática comparada de autores como Franz Bopp, Jacob Grimm, August Friedrich Pott, Georg Curtius, Friedrich Max Müller y August Schleicher.

Lamentablemente para él, William Jones empezó a resentirse del clima de la India, lo que, combinado con un esfuerzo obsesivo por el trabajo, termino por pasarle factura. Murió en Bengala en 1794, tras una década de estancia, con solo cuarenta y ocho años de edad.

Lamentablemente, William Jones empezó a resentirse del clima de la India, lo que, combinado con un esfuerzo obsesivo por el trabajo, termino por pasarle factura. Murió en Bengala en 1794, tras una década de estancia, con solo cuarenta y ocho años