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Umbral y la elegancia de la palabra

Umbral y la elegancia de la palabra

Por Juan Foix, La Vanguardia

Leía a Umbral regularmente. No por lo que decía, que me interesaba relativamente, sino por cómo dominaba el lenguaje y la escritura. La fuerza de un literato no está sólo en lo qué dice sino en cómo sabe dar vida y significado a sus palabras.

Sin palabras y sin fe en las palabras no se puede vivir; perder esa fe quiere decir ceder, abandonarlo todo. Lo escribe Claudio Magris que nos regaló un espléndido recorrido por el Danubio en el que valora la diversidad de las lenguas, de los paisajes y de las culturas, por las que transcurre el majestuoso río centroeuropeo.

Cada lengua representa una ventana a un mundo totalmente diferente. No hay lenguas pequeñas, nos advierte Steiner. Cada lengua contiene, expresa y transmite no solamente una carga de memoria singular de lo que se ha vivido, sino también una energía evolutiva de su futuro, una potencialidad del mañana.

La muerte de una lengua es un mal irreparable. Los antropolongistas consideran que en la breve historia de la humanidad han existido unas veinte mil lenguas. Cada día se pierden palabras antes de conducir a un idioma al cementerio desconocido de la cultura. No hay nada que amenace más a Europa que la exponencial intrusión del anglomaricanismo en nuestras vidas enviándonos unos valores uniformes, acompañados de ideas homogéneas, globales, que nos pueden convertir en autómatas.

Detesto el mensaje común de la cultura de los móviles, con palabras cercenadas, con kas en vez de qus, sin verbos, todo rápido, acelerado, banal. Este esperanto destrozado por el uso impropio de una lengua tan culta como el inglés es una amenaza para todos.

Un escritor que domine el lenguaje, que escriba bien, que sepa dar el significado exacto a las palabras, a los adjetivos y a los verbos, merece un gran respeto. Admiraba a Umbral por esa facilidad de jugar con la palabra, de construir metáforas inesperadas, de conectar de forma tan habitual con la racionalidad de la mente.

Vivimos envueltos en un nuevo analfabetismo que consiste en utilizar palabras abruptas, palabras de odio o de ira, sin llegar a comprender el sentido del lenguaje en función de su belleza o verdad.

Pienso que la mejor inversión que puede hacer un joven asediado por esta nueva cultura de "fast food" cultural es formarse en la lectura, en la palabra, en la oratoria, en el sentido del lenguaje.

Escribe Miquel Batllori en su autobiografía en forma de entrevista que recordaba una frase de un escritor francés que decía que no conocía una aristocracia más refinada que la de aquellos que en algún momento de su vida han leído desmesuradamente. Pienso que ese escritor francés no existe. Hablaba de él mismo. Era un hombre culto que escribió miles de páginas en catalán, estudió mucha historia y ha dejado un legado cultural de dimensiones gigantescas.

Echaré de menos la palabra cultivada, elocuente, precisa y libre de Paco Umbral. Palabras que evocaban belleza y amor a la lengua castellana.


Lea aquí un artículo de Umbral sobre los mil años del castellano.