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Maqroll e Ilona, en la pantalla

Maqroll e Ilona, en la pantalla

Por el cineasta Sergio Cabrera, director de "Ilona llega con la lluvia"
Publicado en El Mundo

 


Alvaro Mutis es un escritor universal que escribe en español, un poeta y novelista que se ha escapado de las prisiones geográficas para llenarnos de emociones y reflexiones. El Premio Cervantes que acaba de ganar es un justo reconocimiento a su coraje y a su espíritu libertario.

Yo conocí antes a Maqroll que a Alvaro Mutis. Y antes al poeta que al novelista. Y poco ha poco he llegado a tener la certeza de que los cuatro son uno solo; tendría muchos ejemplos para certificar mi descubrimiento, pero no hará falta, lo sabe todo el mundo.

Cuando decidí que quería hacer una película basada en un libro de Alvaro Mutis, lo hice por amor a su poesía y cuando lo decidí ni siquiera estaba seguro de cuál de sus novelas sería la más apropiada para ser llevada a la pantalla. Lo único que tenía claro es que quería habitar por un tiempo en el universo de este gran escritor colombiano.

Durante más de dos años, el escritor argentino Jorge Goldemberg y yo estuvimos manoseando su obra sin ninguna piedad. Llegamos incluso a tener listo para rodaje un guión para una mini-serie de televisión: Noticias del Gaviero. Aquel guión, que conservo con inmenso cariño, nunca se hizo. Era una utopía que mezclaba tres novelas de Alvaro: La nieve del almirante, Ilona llega con la lluvia y Un bello morir; un verdadero ejercicio de malabarismo literario-cinematográfico que rápidamente aterrizo en la realidad.

Fue ahí, cuando para beneplácito de Alvaro, aprovechando una maravillosa coyuntura de producción, tomé la decisión de hacer Ilona llega con la lluvia una película llena de personajes sugestivos y singulares, de comportamiento particular y con leyes propias, personajes, en fin, que inventan sus mundos y sus normas en cada secuencia.

Durante esos dos años, Alvaro resistió estoicamente todas las irreverencias que las necesidades cinematográficas nos imponían, desde el principio había sido muy claro, si lo que se estaba escribiendo era una película, la responsabilidad era toda nuestra, se reservaba, eso sí, su derecho a ser implacable con el resultado; a los cuatro vientos pregonaría su opinión, a favor o en contra.Y yo sabía que era verdad, el director Carlos Mayolo había filmado dos años antes una adaptación de La mansión de Araucaima que no le gustó a Alvaro y él con delicadeza, pero sin recato, se lo dijo a todo el que quiso conocer su opinión.

Debo decir, que Alvaro nos delegaba toda la responsabilidad, pero que además, con una generosidad inusual en un autor de su talla, se reunía con nosotros cada vez que le solicitábamos su colaboración. En un tono paternal me abría puertas y me señalaba caminos, y me decía que él lo único que podía hacer era prestarme sus personajes para que yo los pusiera en mi mundo.

Nos sorprendía con frecuencia constatar lo que varias veces nos dijo, que él no relee sus novelas y que las escribe de un tirón como para quitarse una carga de encima. Resultaba extraño ver cómo una persona con una memoria tan portentosa como la suya, capaz de citar trozos enteros de novelas de otros autores o de recordar poemas completos de Eliot, Pound o Baudelaire, se sorprendía al conocer por nuestra adaptación cosas que él había olvidado de sus propias obras.

Pero lo que Alvaro Mutis no ha olvidado nunca es su vida, los innumerables momentos de su contrastada e intensa vida, el placer, la alegría, la tristeza o el dolor que han marcado su maravillosa obra, sus conmovedores personajes y sus complejos poemas, que le permiten crear ese bajo mundo mental en el que podemos vivir sin hacerle daño a nadie. Maqroll, Abdul e Ilona viven en esos recuerdos, en ellos están atrapados, sin posibilidad de escape, pero pensando, irónicamente que son libres.

Durante el rodaje de la película, él me arropó varias veces con emotivas conversaciones telefónicas y con alguna que otra carta; todas ellas respondían a inquietudes del último momento. Recuerdo que una de ellas, en la que sentía que la solución que me proponía a una duda no era lo suficientemente buena, terminaba así: «Siento haberte fallado pero el problema es que en fondo soy un escritor con mucha vocación, poco talento y ninguna disciplina. No sé cómo he hecho tanta página y a qué horas».

Después de un largo trabajo de rodaje y edición que duró cerca de un año, la película fue seleccionada para el Festival de Venecia, y Alvaro, junto con su esposa Carmen, asistieron a la proyección.Cuando después de dos horas de proyección se encendieron las luces, Alvaro me abrazó emocionado. Sentir sus mejillas húmedas fue una recompensa inolvidable. Al fondo todavía se escuchaba la canción de Fabricio de Andre sobre Maqroll el Gaviero que cerraba la película: Smisurata Preghiera.