
Mahoma, el profeta del Islam
profeta
En la Antigüedad clásica, los profetas eran los intérpretes de las pitonisas: sabían descifrar el sentido de sus gritos y gemidos, qué decían en versos que contenían las profecías, expresadas en un lenguaje enigmático y ambiguo.
Para los musulmanes, la palabra profeta es el epíteto que acompaña siempre el nombre de Mahoma. Para ellos, al igual que para judíos y cristianos, es el portador de un mensaje de Dios a los hombres y, como tal, tiene cosas para revelar que pueden pertenecer al futuro. Los profetas fueron desapareciendo del cristianismo hacia el siglo II de nuestra era, cuando empezó a tomar cuerpo la estructura jerárquica de la Iglesia, con lo que se cerró el camino a las expresiones individuales.
La palabra proviene del latín propheta, tomada del griego προφήτης (prophētes), que, a su vez, se derivó de prophanai ‘el que habla antes’, ‘el que pronostica’, formada con el prefijo προ (pro-) ‘que está antes, en el tiempo o en el espacio’ y φαναι (phanai) ‘hablar’, ‘decir’, proveniente del indoeuropeo bha- ‘hablar’.