Un viaje al pasado para entender el habla de las Islas Canarias
Jean de Bethencourt arriba a las costas de Lanzarote en 1402, en un óleo sobre lienzo del pintor Ambroise-Louis Garneray de 1848
Las lenguas están vivas, van evolucionando y transformándose con el uso de los hablantes, con los préstamos de otras lenguas e incluso con las modas y tendencias. A pesar de todos estos cambios el filólogo Marcial Morera defiende que “las palabras son incombustibles y tienden a perseverar” tanto en su forma como en su significado. Por tanto, aunque los vocablos puedan desviarse de su origen etimológico, siempre quedan pistas para viajar más atrás en el tiempo y tirar del hilo que desvela las fuentes en las que bebe el habla canaria.
Como autor del Diccionario histórico-etimológico del habla canaria, Marcial Morera es uno de los expertos con una visión más amplia del español que hablamos en el Archipiélago. “Las lenguas nunca se usan de forma pura, si no que cada sociedad adapta el código a sus necesidades dando lugar a dialectos o modalidades. En Canarias todos tenemos una pronunciación similar, pero hay diferencias en el habla entre islas”, señala el filólogo.
A modo de síntesis, Morera afirma que “las fuentes más importantes del habla canaria son el español, en segundo lugar, el portugués y, en tercer lugar, las lenguas canarias prehispánicas, aunque más en la toponimia que en el vocabulario común. Por último, pequeñas aportaciones por parte de los moriscos o los normandos, así como adaptaciones de voces inglesas”.
Herencia prehispánica
Antes de la llegada de los conquistadores las Islas ya contaban con un acervo lingüístico propio cuyo legado alcanza nuestros días, sobre todo en forma de topónimos. “La lengua que hablaba la población canaria preeuropea era bereber y lo sabemos por la gramática de la toponimia, ya que palabras como Tenerife, Tindaya o Garajonay son de etimología bereber”, reafirma Morera. Bien sea para referirse a la localidad o la montaña sagrada de los majos, la palabra “Tindaya está constituida por Ti (determinante femenino plural), N (preposición 'de') y daya (abajo), de manera que podría traducirse como 'las de abajo' o algún significado parecido”, comenta el especialista.
Para compilar las voces del Diccionario, Marcial Morera contó con el asesoramiento de arabistas conocedores de la filología de las distintas lenguas bereberes ya que, por ejemplo, “el tashelhit que se habla en Agadir es distinto del rifeño que se habla en el norte de Marruecos o del cabilio”. De esta forma pudo establecer el origen de palabras como guayete (niño), jaique (vestido), flus (dinero), naila (chola), majalulo (camello), así como recopilar otras voces procedentes del norte de África como tabaiba, gofio, baifo, tajorase (macho cabrío joven) o taferte (planta herbácea).
Cuna de guanchismos
Así como los nombres comunes se extendieron por todas las Islas, los nombres propios para designar lugares específicos difieren bastante de una isla a otra. “La diferencia en la toponimia preshipánica entre islas es abismal pero después hay una coincidencia casi total en los nombres comunes guanches, lo que manifiesta que las lenguas que se hablaban eran distintas o, al menos, dialectos diferenciados”. Al constatar este hecho, Marcial Morera desarrolló una hipótesis en la que defiende que “los guanchismos se adaptaron a la lengua española en Lanzarote y Fuerteventura” desde principios del siglo XV en el periodo de conquista señorial.
Casi un siglo después, los majoreros y conejeros que participaron en la conquista realenga —de Gran Canaria, La Palma y Tenerife— llevaron esas nuevas palabras a las islas occidentales, defiende el filólogo en su hipótesis. Además, en los años sucesivos, estos guanchismos adaptados en Fuerteventura y Lanzarote se dispersaron por todo el Archipiélago “a través de los palmeros, tinerfeños y grancanarios que iban a las islas orientales para la recogida de grano, ya que Lanzarote y Fuertevetura eran islas muy ricas en cereales, fundamentalmente cebada y trigo, y no tenían mano de obra suficiente”, relata.
Aunque sean escasas aún existen voces exclusivas de algunas islas, como la palabra tafor en Tenerife para referirse al calostro de algunas especies animales, que en el resto del Archipiélago se denomina beletén. También en La Gomera se ha mantenido el término pracan para referirse al perenquén.
Un reencuentro en Canarias
Mientras en el territorio peninsular el español y el portugués fueron desviándose de un tronco común, en Canarias se produjo un reencuentro entre ambas lenguas. “Gran parte de las palabras tradicionales de Canarias tienen su origen en el español pero también hay mucho préstamo de los portugueses, que llegaron a Lanzarote y Fuerteventura desde principios del siglo XV. Esa inmigración portuguesa se intensificó en los siglo XVI, XVII y XVIII con la conquista realenga y entonces la influencia portuguesa entró de lleno en actividades como la agricultura, la pesca, la artesanía o el comercio, lo que explica la pervivencia de voces como mojo, millo o maresía”.
La tradición lingüística portuguesa desembarcó en Canarias y se extendió por el Archipiélago porque “no había otro vocabulario” para designar realidades o fenómenos nuevos. “Fueron ellos quienes pusieron en marcha los ingenios azucareros y las viñas”, comenta Morera, además de prestar palabras para describir las peculiaridades de la navegación, la fauna o el clima en el Atlántico, un mar muy distinto al Mediterráneo. De la misma manera que hoy en día las lenguas toman prestadas voces ingleses para designar avances científicos o tecnológicos, el portugués apareció en Canarias para dar nombre a lo que aún no lo tenía.
Cuestión de prestigio
En tiempos más recientes, el dialecto canario ha seguido experimentando una evolución influenciada por los propios rasgos del habla de cada isla. Con el éxodo del campo hacia las ciudades se han ido imponiendo, por imitación, las características del habla urbana de la burguesía. “Cuando adquieren prestigio social, los neologismos gramaticales y léxicos se popularizan”, asegura Morera y, por este motivo, algunos rasgos como “la aspiración de la 'S' al final de palabra, propia de Gran Canaria, están en expansión”.
Esta peculiaridad se originó en el campo, pero “luego fue adoptada por la burguesía grancanaria en las ciudades y, posteriormente, expandida por Lanzarote y Fuerteventura”. El peso poblacional de determinó que muchos servicios se ubicaran en la Gran Canaria por lo que majoreros y conejeros debían desplazarse “para arreglar papeles o curarse enfermedades”, apunta Morera. Además, hasta tiempos muy recientes, “los profesionales liberales, funcionarios o profesores procedían de Gran Canaria”, exportando a Lanzarote y Fuerteventura muchos de sus rasgos fonéticos y, en general, lingüísticos.
De esta forma, las peculiaridades de ciertas islas van imponiéndose sobre las de otras en un proceso imparable. “Hasta finales del siglo XIX la distinción entre vosotros y ustedes era un rasgo general en el Archipiélago mientras que, a día de hoy, solo en La Gomera se emplea por norma el vosotros”, afirma Morera. De manera similar en El Hierro conservan la pronunciación de la 'S' al final de palabra, “lo que seguramente fue un rasgo general en todo el Archipiélago” aunque posteriormente fue cambiando “por la influencia y el prestigio del habla andaluza, así como la cercanía de los puertos de Sevilla y Cádiz, los más inmediatos para los canarios”.