Los traductores se adaptan ante la inteligencia artificial

No más inteligencia artificial (IA). Ese fue el clamor general de notables voces integrantes de la Organización Mexicana de Traductores, quienes en marzo pasado se reunieron para proponer los temas a tratar en el Congreso de Traducción e Interpretación San Jerónimo, dentro de las actividades de la edición 39 de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL).
“Hicimos nuestra propia interpretación de esa respuesta, y de ahí surgió el tema central de este año: repensar lo esencial. Entendimos que en el fondo de esa petición había un clamor profundo: ninguno de nosotros, traductores ni intérpretes, queremos que nos reduzcan a ser simples operarios de paquetes de software, ni queremos que nos releguen a rectificarle el sabor faltante al producto de la IA traductora”, fueron las palabras inaugurales de la traductora Mercedes Guhl Corpas, quien es una de las organizadoras del congreso.
Para abordar el problema evocó las memorias de la traductora Suzanne Jill Levine. El traductor está siempre en el proceso de resolver el problema de que las dos lenguas entre las que traduce no son idénticas, no son perfectamente equivalentes, y el arte de traducir implica encontrar maneras de conciliar y resolver esa ambivalencia en la página.
Esa descripción del oficio es opuesta a la que concibe en los últimos tiempos al traductor como un simple operario de inteligencia artificial, y que da pie a varios asuntos que enfrentan quienes se dedican a esa profesión: las condiciones de trabajo de traductores e intérpretes, la manera de formarlos, el tiempo de entrega de sus trabajos, una remuneración justa y el uso de programas.
Para Guhl, el gran problema de la traducción automatizada radica en que los diccionarios bilingües son restrictivos y los traductores necesitan aprender sobre el contexto de ambas lenguas. “Ahí es donde entra el intelecto humano, la experiencia humana de la realidad, del conocimiento, de la evolución de la lengua, la cultura y las ideas, que una máquina llega a simular, pero no alcanza a comprender a cabalidad”.
A la fecha no hay evidencia de que la inteligencia artificial sea capaz de pensar, sino que solo simula. “Produce textos que se asemejan a otros textos, expositivos o argumentativos, pero le falta la chispa de originalidad que necesitan, tanto los creadores como los investigadores y los traductores. La inteligencia artificial no produce textos que lleven al avance del conocimiento, sino que hace una colcha de retazos textuales con ribetes estilísticos copiados de los textos que imita”.
La charla inaugural del congreso estuvo a cargo de la traductora Chris Durban, titulada “De la tierra de la traducción al mundo real: Por qué es tiempo para los lingüistas de salir más”, que trató sobre los problemas de los nuevos traductores para acercase a los buenos clientes, los que valoran y pagan, y que ella nombró como “premium”.
En sus cálculos, el mercado de la traducción en la actualidad se vale 99 por ciento de la automatización, mientras que el restante uno por ciento está a cargo de los profesionales; por ello, el tiempo de los traductores e intérpretes debe utilizarse no para navegar en las redes, sino en su perfeccionamiento; en encontrar su nicho de mercado, construir una marca y formar una reputación, además de atraer clientes premium, quienes siempre han estado ahí, sólo que no los han buscado. Por ello es primordial salir para encontrarlos, tratar con ellos y convencerlos de que una máquina no podrá reemplazar su trabajo.