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Los monegascos mantienen viva su lengua

25/10/2021
Simon Zwierniak

Las placas del nomenclátor urbano son bilingües / Foto: J. Pérez Soriano (Pepetps)

Era hablada antaño en toda la ciudad de Mónaco, y ya entonces se trataba de una lengua “marginada”, pero hoy es difícil, si no imposible, oír el monegasco en las calles del Principado.

Parte integrante del patrimonio local,  su indomable lengua, sobrevivió como pudo a los invasores ingleses, italianos y franceses. El reciente anuncio de la obligatoriedad de la enseñanza para los alumnos hasta el tercer curso (8º grado de EE.UU.) ha supuesto un rayo de esperanza para los defensores de la lengua.

Una generación perdida

Para Claude Passet, secretario general de la Académie des Langues Dialectales, el reto ahora será “sacarlo de las aulas y llevarlo al uso cotidiano”. Se trata de tender un puente entre el final de la enseñanza obligatoria, en 3º, y el resto de la carrera escolar.

“Hoy en día, tal vez haya dos alumnos que toman la opción monegasca hasta el bachillerato”. No es mucho, pero es comprensible: el dominio de la lengua inglesa es una realidad tanto a nivel europeo como monegasco. “En un país donde hay 139 nacionalidades, con todas las lenguas que se puedan imaginar, es difícil”.

El monegasco también estuvo prohibido durante un tiempo. Claude Passet, nacido en 1946, lo recuerda: “se consideraba una lengua mestiza”. Toda una generación fue apartada de la lengua. Hoy, los abuelos hablan monegasco, pero no los padres.

“Je cale à la plage”

Sin embargo, quedan algunas palabras de uso cotidiano, y el uso del monegasco en la actualidad lo convierte en una jerga más que en una lengua propia. He aquí algunos ejemplos:

Je cale à la plage: que en francés sería je descends à la plage ‘me dirijo a la playa’;

Oh tu as vu, il a sguié: en francés, il a glissé ‘se resbaló;

Il est fourbou : en francés, il est malin ‘es inteligente’;

C'est un furbacciou: en francés, il est malin, ‘es astuto’.

El monegasco es una lengua colorida y “muy directa, pero no vulgar”, advierte Claude Passet. “El habitante de Mónaco, en su lengua vernácula, tiende a llamar a las cosas por su nombre. Por ejemplo, si quieres decir que alguien es tacaño, decimos que tiene “un erizo de mar en el bolsillo”. A un contestador telefónico lo llamamos ‘loro’: un papagalu.

El lenguaje no sólo es colorido, también es cantarín, como el italiano. “Prestamos atención al tono y sin la entonación de la voz, si no aprendes el idioma, no tiene ningún sentido”. El objetivo es, pues, que la gente venga a hablar monegasco a la academia, el último bastión para los adultos que desean aprenderlo.

¿La reintroducción de las clases obligatorias hará que renazca el interés? “Eso es lo que esperamos en cualquier caso”, confirma Claude Passet. Mientras tanto, la Académie des langues dialectales ha vuelto a abrir sus puertas a los estudiantes de a lenga d'i nostri avi, ‘la lengua de nuestros antepasados’.