La inteligencia artificial precariza a varias profesiones
La inteligencia artificial está causando estragos en varios ramos del mercado de trabajo
Las tecnologías que proveen programas de Inteligencia Artificial (IA) contribuyen a la precarización profesional de los trabajadores culturales, advierten el traductor Arturo Vázquez Barrón, la abogada María Fernanda Mendoza y la locutora Dessiree Hernández.
"No es un problema exclusivo de los traductores editoriales: le pasa lo mismo al fotógrafo, al ilustrador, al corrector y a todos los que formamos parte de los procesos creativos, todos estamos igual", plantea Vázquez Barrón, ex presidente de la Asociación Mexicana de Traductores Literarios (AMETLI).
La IA se ocupa de crear programas informáticos que ejecutan operaciones comparables a las que realiza la mente humana, como el aprendizaje o el razonamiento lógico, a partir de una colosal cantidad de información para identificar patrones y hacer predicciones.
Programas como Dall-E2, Midjourney o Stable Diffusion pueden producir imágenes tan inéditas como realistas a partir de una descripción de texto, otros, como GPT, son capaces de redactar textos complejos y poemas originales, mientras DeepL destaca por sus capacidades de traducción y ElevenLabs genera voces y también las clona.
"Los traductores editoriales estamos mejor organizados como gremio, tenemos posicionamientos más estratégicos que otros sectores, porque dentro de la misma traducción, por ejemplo, te puedo hablar de mucha disparidad en los logros: la precariedad enorme en la que viven los traductores audiovisuales que subtitulan para plataformas como Netflix o Amazon", prosigue Vázquez Barrón. La mayoría de esos colegas, señala el traductor, trabaja sin contrato.
"A los que están mejor posicionados posiblemente sí les den contrato, porque ya ponen sus condiciones, pero a las grandes plataformas de streaming no les interesa el contrato, sino lo barato, esté o no bien subtitulado. De hecho están incurriendo ahora en una nueva práctica: subtitular por medio de traductores automáticos que se han sofisticado, han mejorado el software de traducción, pero de todas maneras necesitan a un profesional para que revise y afine".
De manera que estas empresas no contratan ya traductores, sino correctores de la traducción automática, dice Vázquez Barrón, quien ha traducido y publicado, entre otros, a Roland Barthes, Albert Camus, Jean Cocteau, Jean Genet y Marguerite Yourcenar. "Y eso disminuye enormemente lo que invierten en masa salarial. Un abuso, porque nos están dejando sin chamba".
En el ámbito de la locución, sobre todo los creadores de contenido, han optado por las voces generadas automáticamente, indica, por su parte, Hernández, quien preside la Asociación Mexicana de Locutores Comerciales (AMELOC). Estos optan por aplicaciones como Speechelo o Voicify, que recurren a la tecnología Text-to-Speech (TTS), la cual genera voces a partir del eslabonamiento o concatenación de fragmentos grabados que producen un habla sintetizada.
"En algún momento (estas plataformas) contrataron a un locutor, le pagaron no sabemos si bien o mal, generalmente pagan mal, y muchos ni siquiera sabían que acabarían allí".
Si la tecnología TTS repercute en el desplazamiento de locutores -pues quienes generaban contenido prescindían de la voz y ahora que la integran es mediante estas aplicaciones-, las plataformas que sí desarrollan inteligencia artificial entrañan un riesgo mayor, advierte Hernández.
"Son plataformas muchísimo más elaboradas que se alimentan con locutores, como los que grabaron para Text-to-Speech, pero que aparte como lo hace ChatGPT o Midjourney- se alimentan de todo lo que existe en la red para entrenar a la voz artificial, para que replique lo humano.
"Aquí es donde sí nos preocupamos, porque ya no interviene un locutor que fue engañado o que aceptó que le pagaran poquito por grabar un TTS, sino que aquí implica el que haya cientos de locutores y profesionales de la voz que sin saberlo están entrenando a la inteligencia artificial para que los imite", previene.
Cada vez más humanas
La locución, aclara Hernández, no sólo supone hablar: involucra aspectos de interpretación, de actuación, técnica vocal, y expresión de emociones, entre muchos otros, parte de los cuales ha pretendido replicar la IA.
"Hay aplicaciones de inteligencia artificial, como la que tiene ElevenLabs, que te permiten regular una voz para (que el sonido parezca) más o menos enojado, más contento, más feliz, hasta ponerle un acento no sólo mexicano, sino mexicano del norte, mexicano costeño o que hable inglés pero con acento mexicano. Ya se pueden poner estas mezclas a la voz para que suene muy cercano a lo humano, y aquí es donde estamos en riesgo", explica, y señala que algunas indican en su publicidad que nunca más contratarán, los usuarios, a un locutor.
Por otro lado, la también periodista reconoce las ventajas de las aplicaciones de voz para leer materiales a personas invidentes o en iniciativas para donarla a quienes, por alguna cuestión médica, como un cáncer de garganta, perdieron su voz.
"Eso está maravilloso, pero si el desarrollador que manejará mi voz -porque yo se la estoy donando-, cuando la acabe de ocupar decide venderla a una empresa china que entrena una inteligencia artificial, entonces ya no está tan bonito el asunto, porque en realidad los desarrolladores, cuando acaban de usar tu voz, la venden como cualquier otro producto".
Hernández refiere la experiencia de locutoras como Susan Bennett e Iratxe Gómez, las voces de Siri -asistente de voz de Apple en inglés y en español, respectivamente- que se usaron para esta IA sin que ellas se enterarán al principio, porque acudieron a grabar otros materiales.
Lo mismo ocurrió con la canadiense Bev Standing: grabó su voz para proyectos educativos de una empresa china que luego la vendió a Tik-tok, red social que la usó sin pagarle, lo cual generó una demanda y ganó la locutora.
"Ése es dilema frente al que estamos, no del hombre contra las máquinas, sino del hombre contra el hombre que no usa éticamente las máquinas. Ése es nuestro problema: un dilema ético del uso de todas estas plataformas, de saber que hay humanos atrás que pueden estar siendo afectados por una mala decisión y que los meten en una competencia desleal" puntualiza Hernández.
Vázquez Barrón señala, a su vez, la paradoja en la que viven los creadores en México: por un lado ensalzan públicamente su labor, pero por el otro les regatean el pago que merecen.
"Hay un divorcio inaceptable entre la admiración y la falta de voluntad para darnos buenos contratos y tarifas dignas", contrasta el traductor.
Por lo pronto, los locutores buscan contratos que protejan sus voces ante empresas, sobre todo de doblaje en la industria de entretenimiento, que al solicitar sus servicios les piden que cedan sus derechos de manera indefinida y para plataformas conocidas y por conocerse, lo cual implicaría las IA.
Entrenan 'voces', sin saberlo
¿Y cómo se entrena una Inteligencia Artificial? Con datos y algoritmos de machine learning que analizan la información disponible.
"Subimos infinidad de material a nuestras redes o a nuestra página web y le ponemos etiquetas, hashtags para que de alguna manera un cliente encuentre una voz cálida, por ejemplo maternal o con acento neutro, pero también puede encontrarnos la inteligencia artificial y entrenar una voz para que tenga acento neutro, tono maternal... Hemos estado desde hace muchos años entregando esta información -quizá los más informados sabiendo los riesgos- y malas noticias: seguramente ya entrenamos IA".
Por eso, desde la AMELOC, junto con asociaciones y agrupaciones de diferentes partes del mundo, se organizan para promover regulaciones y contratos que prohíban el uso de sus voces para entrenar una inteligencia artificial, ni tampoco puedan ser vendidas a un tercero para tecnologías TTS.
Derechos vulnerados
María Fernanda Mendoza, consultora del Foro Internacional de Autores para México y América Latina, indica que varias aplicaciones de IA operan a partir de información que se almacena indebidamente, por ejemplo para el desarrollo de imágenes derivadas de instrucciones.
"Indebidamente, porque almacenar implica la reproducción de una obra que no pasa por la autorización de un autor, y por lo menos en la mayoría de las legislaciones en el mundo, que se basan en el sistema continental, se dice que la reproducción es un derecho patrimonial de los autores, y es un derecho exclusivo". Se produce entonces, afirma, un daño a los autores de esta época y de tiempos previos.
Otro tipo de derechos en riesgo corresponden a los laborales u oportunidades de los profesionistas, como cuando las IA se utilizan en lugar de un autor para crear obra o contenido, según se ha referido, pero también hay afectaciones sociales.
"Perdemos como sociedad y como consumidores, porque propician un gusto adquirido y te hacen creer que lo que estás escuchando es lo que te gusta, porque ya te analizaron", expone la también especialista en derecho de las telecomunicaciones.
A partir de algoritmos e información almacenada de los usuarios, las IA anticipan predilecciones y predisponen consumos, señala Mendoza.
"Hay derechos vulnerados de los creadores, pero también derechos de la sociedad, como el derecho a la cultura, a la diversidad cultural, a tener opciones entre los diferentes autores que pueden existir y no solo lo que la IA te da".
Hasta ahora no hay estadísticas del desplazamiento de trabajadores culturales, pero es una preocupación creciente, advierte Mendoza, quien recuerda que de acuerdo con la legislación mexicana, las obras son aquellas creadas por autores, es decir personas físicas, y lo generado a partir de inteligencia artificial no puede considerarse obra.
"En la mayoría de los foros internacionales que tienen que ver con derechos de autor el tema central es la IA", subraya. La preocupación es que las industrias recurran cada vez más a sistemas automatizados y prescindan del trabajo de los autores. "Y que en vez de contratar a un autor, lo que hagan sea comprar una licencia de software".
Es una elección que puede o no abaratar costos, pero que genera menos responsabilidades en términos de derechos, previene la también ex directora del Centro Mexicano de Protección y Fomento de los Derechos de Autor. "Si se contrata un autor deben darle reconocimiento, darle crédito, pagarle regalías, cumplir con la ley y, en cuanto al respeto de los derechos morales, cuidar la integridad de la obra, entonces sale más fácil comprar una licencia (de un programa informático)", compara.
"Más que pelearnos con la Inteligencia Artificial lo importante es el uso de esta herramienta de manera ética", enfatiza la especialista y colaboradora del programa de derechos de autor Entre firmas, que se transmite cada viernes en YouTube y Spotify.