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“Cancelar” la cultura rusa no es una manera de apoyar a Ucrania

16/01/2023
Caroline Tracey

Hoy, mantengo mi ruso en sesiones semanales de Skype con un tutor en Kyiv. Cuando Vladimir Putin invadió Ucrania por primera vez, "cancelamos" el ruso a nuestra manera privada, cambiando a un libro de texto ucraniano para principiantes. Agradecí la oportunidad de diversificar mi conocimiento de las lenguas eslavas.

Pero era agotador repetir diálogos básicos sin tener tiempo para comprometerse a estudiar a fondo un nuevo idioma. Echábamos de menos poder charlar entre nosotros y hablar de literatura. Volvimos al ruso, pero con el compromiso de leer libros geográficamente marginales, feministas y contra la guerra.

En mi tiempo de soledad, son los escritores en los márgenes geográficos y políticos de la antigua Unión Soviética los que me mantienen apegado al ruso. Aunque mis clases en la universidad favorecían a Pushkin, Tolstoy y Dostoyevsky, los escritores que estudio lentamente en la cama por la mañana son aquellos que capturan la vida en las provincias y las mujeres.

Algunos, como Svetlana Alexievich y Oksana Vasyakina, ocupan el centro de este diagrama de Venn. Valoro cómo hablan de la forma en que los humanos alimentan sus necesidades espirituales e interpersonales bajo regímenes políticos represivos, algo que considero con más frecuencia a medida que EE. UU. socava cada vez más los procesos democráticos en los que una vez invirtió tanto en crear.

En Voices From Chernobyl, la novela de Alexievich sobre las secuelas del desastre de Chernobyl de 1986, un personaje narra (en la traducción de Keith Gessen):

“Había maestros e ingenieros entre nosotros, y luego la brigada internacional completa: rusos, bielorrusos, kazajos, ucranianos... Recuerdo discusiones sobre el destino de la cultura rusa, su atracción hacia lo trágico... Solo la cultura rusa estaba preparada para dar sentido a la catástrofe”.

Cuando el narrador de Alexievich se refiere a la cultura rusa, se refiere a algo mucho más expansivo que Putin y sus seguidores. Aquellos que le están dando sentido a la catástrofe son trabajadores de todos los rincones de un imperio en ruinas, que usan una lengua compartida para filosofar juntos. Esas perspectivas enriquecen el mundo y nos ayudan a entenderlo. Perdemos el acceso a ellos cuando no podemos entender su idioma.