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La escritora Irene Vallejo reivindica “el trabajo leal y silencioso” de los traductores

La escritora Irene Vallejo destacó en la Universidad Pública de Navarra (UPNA) la figura de los traductores, “que nos ponen en contacto con lo que se ha pensado, imaginado e intuido en otras lenguas”, y reivindicó “este trabajo leal y silencioso, al que muchas veces no se presta la suficiente atención”. Vallejo mantuvo el jueves 23 un diálogo abierto al público con Fernando Rey, el traductor a euskera de su libro El infinito en un junco Infinitua ihi batean, editado por Pamiela).

La sesión, con el título “Libros, lenguas y traducción: puentes de palabras”, fue presentada por la profesora Alicia Peñalva, directora del Departamento de Ciencias Humanas y de la Educación, y moderada por el editor y traductor Xabier Olarra. Durante el acto, al que asistieron cerca de 170 personas, Irene Vallejo y Fernando Rey hablaron de literatura, del proceso de traducción, de la experiencia lectora y de la importancia de las lenguas, que “son una riqueza al margen de la gente que las hable, porque no es una cuestión numérica”, señaló Vallejo.

La escritora zaragozana abrió el diálogo recordando la enorme importancia cultural que ha tenido el hecho de la traducción. “Esta es una dimensión que también aborda El infinito en un junco al hablar de la biblioteca de Alejandría como ese primer intento de crear un diálogo entre diferentes culturas, de reunir el conocimiento más allá de los idiomas y lenguas. Desde entonces, no hemos dejado ya de traducirnos unos a otros”. Se refirió también al escritor como traductor, porque “buscamos las palabras exactas, que a veces es difícil encontrar, para traducir nuestras ideas, sentimientos y emociones al lenguaje escrito”, y señaló que “me gusta destacar a los traductores como escritores, ya que si no eres un buen escritor no puedes ser un buen traductor”.

En ese contexto, Fernando Rey habló de su oficio de traductor y destacó dos experiencias de lo que para él significan la literatura y la traducción. Por un lado, “una apuesta por la palabra y por la cultura, con el sueño de que ambas se impondrán con más fuerza que la violencia, el poder, la economía o la falta de respeto y la violación de los derechos humanos de muchas personas”; por otro lado, desde un punto de vista más personal, “la hermosa experiencia de intentar ser la voz de otras personas, permaneciendo en la sombra, y de ser vehículo y puente para que cosas hermosas lleguen a los demás”.

Respecto al proceso de traducción, Irene Vallejo explicó que siempre anima a los traductores a que se permitan licencias, “porque para mí lo más importante es que en el idioma de llegada el texto tenga la misma musicalidad, fluidez y efecto que en el idioma original”. Así, Fernando Rey recordó que para los traductores no siempre es factible ser fiel al texto original. “Entonces, lo que intentamos es acercarnos lo más posible y utilizar recursos que cumplan la función que pretende el original”.

Democratización del saber

Fernando Rey se refirió también a la huella que le había dejado la lectura de El infinito en un junco. “Me enganchó porque rezuma belleza, bondad y hace una reivindicación de justicia para mucha gente. Defiende pensar que merece la pena intentar construir una sociedad más amable y justa”. Coincidió Irene Vallejo en esa idea y en cómo el traductor también había sabido ver que “detrás de esta historia de los libros había otra: la de la democratización del acceso a la historia, al arte y a la cultura”.

Tras confesar que El infinito en un junco “ha sido el libro que más a gusto he traducido”, Rey explicó que el proceso de traducción no había resultado difícil “porque cuando un libro está muy bien escrito es mucho más fácil traducirlo”. En ese sentido, destacó “la hermosa manera que tiene Irene Vallejo de modular las frases, la oralidad que desprende la obra, cómo ha ligado cuestiones del pasado y del presente, su prosa poética, la sensibilidad y cómo este libro realza la grandeza de los pequeños y la fortaleza de los más débiles”.

El traductor señaló haberse sentido muy identificado con el mensaje de Irene, también en la apuesta que ella realiza en defensa de las lenguas. “Ojalá, y más en esta tierra donde el debate de las lenguas me resulta incomprensible, muchos comprendieran lo que dice Irene: que amar las lenguas significa amarlas todas porque son manifestaciones de explicar el mundo desde distintas miradas”.

“Hablar y aprender otras lenguas —recalcó la escritora— permite adquirir determinados esquemas mentales y ser capaz de desactivar lugares comunes y convenciones. Deberíamos entenderlo como un valor porque enriquece nuestra mirada y nuestra manera de ver el mundo. Las lenguas son una riqueza al margen de la gente que las hable, porque no es una cuestión numérica”.

Escritora y traductor

Irene Vallejo Moreu (Zaragoza, 1979) estudió Filología Clásica y obtuvo el Doctorado Europeo por las universidades de Zaragoza y Florencia. En la actualidad, lleva a cabo una intensa labor de divulgación del mundo clásico impartiendo conferencias y cursos. Colabora con el diario Heraldo de Aragón, El País o la Cadena SER. De su obra literaria destacan las novelas La luz sepultada (2011) y El silbido del arquero (2015). Ha publicado, asimismo, ensayos y libros infantiles. Las antologías Alguien habló de nosotros (2017) y El futuro recordado (2020) recogen sus artículos periodísticos. Su libro El infinito en un junco (ediciones Siruela) recibió, entre otros, el Premio Nacional de Ensayo en 2020, ha alcanzado las 45 ediciones y ha sido traducido a más de 35 idiomas.

Fernando Rey Escalera (Pamplona, 1961) es licenciado en Medicina y Cirugía General. Ha sido profesor de euskera y traductor, durante muchos años, en el Gobierno de Navarra. Ha publicado numerosas obras, principalmente con la editorial Igela. Obtuvo el Premio Euskadi de Traducción en 2007 por la traducción de Sostiene Pereira, de Antonio Tabucchi. Ha publicado obras de otros muchos autores, entre ellos, Elena Ferrante, Jan Neruda, Alessandro Baricco, Fleur Jaeggy, Lorenza Mazzetti, Milena Agus, Orhan Pamuk, Natalia Ginzburg, Bohumil Hrabal, Andrea Camilleri, Yasar Kemal o Arantxa Urretabizkaia, entre otros.