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La curiosa forma en que el lenguaje afecta nuestra percepción del tiempo y el espacio

Miriam Frankel* y Matt Warren**

Si te pidieran que cruzaras un campo en diagonal, ¿sabrías qué hacer? O si te ofrecieran 20 dólares hoy o el doble de esa cantidad dentro de un mes, ¿estarías dispuesto a esperar? ¿Y cómo alinearías diez fotos de tus padres si te pidieran que las clasificaras en orden cronológico? ¿Las colocarías en horizontal o en vertical? ¿En qué dirección se movería la línea de tiempo?

Aunque parezcan preguntas sencillas, lo más probable es que tus respuestas a estas preguntas estén influidas por el idioma o los idiomas que hablas.

En nuestro nuevo libro Are you thinking clearly?  (¿Piensas con claridad?) , exploramos los numerosos factores internos y externos que influyen y manipulan nuestra forma de pensar, desde la genética hasta la tecnología digital y la publicidad. Y parece que el lenguaje puede tener un efecto fascinante en nuestra forma de pensar sobre el tiempo y el espacio.

La relación entre el lenguaje y nuestra percepción de estas dos importantes dimensiones está en el centro de una cuestión largamente debatida: ¿es el pensamiento algo universal e independiente del lenguaje o, por el contrario, nuestros pensamientos están determinados por él? Pocos investigadores creen hoy en día que nuestros pensamientos estén totalmente determinados por el lenguaje; sabemos, después de todo, que los bebés y los niños pequeños piensan antes de hablar. Pero cada vez más expertos creen que el lenguaje puede influir en nuestra forma de pensar, al igual que nuestros pensamientos y nuestra cultura pueden influir en el desarrollo del lenguaje. "En realidad va en ambas direcciones", afirma Thora Tenbrink, lingüista de la Universidad de Bangor, en el Reino Unido.

Es difícil ignorar las pruebas de que el lenguaje influye en el pensamiento, afirma Daniel Casasanto, psicólogo cognitivo de la Universidad de Cornell (EE.UU.). Por ejemplo, sabemos que la gente recuerda las cosas a las que presta más atención. Y los distintos idiomas nos obligan a prestar atención a una serie de cosas diferentes, ya sea el género, el movimiento o el color. "Es un principio de cognición que no creo que nadie discuta", dice Casasanto.

Lingüistas, neurocientíficos y psicólogos, entre otros, llevan décadas intentando descubrir cómo influye el lenguaje en nuestros pensamientos, a menudo centrándose en conceptos abstractos como el espacio y el tiempo, que están abiertos a la interpretación. Pero obtener resultados científicos no es fácil. Si nos limitamos a comparar el pensamiento y el comportamiento de personas que hablan diferentes idiomas, es difícil estar seguros de que las diferencias no se deban a la cultura, la personalidad o a algo totalmente distinto. El papel central que desempeña la lengua en la expresión de uno mismo también hace difícil desvincularla de esas otras influencias.

Sin embargo, hay formas de sortear este dilema. Casasanto, por ejemplo, suele enseñar a las personas de su laboratorio a utilizar metáforas de otros idiomas (en su propia lengua) e investiga qué impacto tiene esto en su pensamiento. Sabemos que la gente suele utilizar metáforas para pensar en conceptos abstractos: por ejemplo, un "precio alto", "mucho tiempo" o un "misterio profundo". De este modo, no se comparan personas de diferentes culturas, lo que podría influir en los resultados. En su lugar, se centra en cómo cambia el pensamiento de las mismas personas de la misma cultura mientras hablan de dos maneras diferentes. Por tanto, cualquier diferencia cultural se elimina de la ecuación.

La científica cognitiva Lera Boroditsky, una de las pioneras en la investigación sobre cómo el lenguaje manipula nuestros pensamientos, ha demostrado que los angloparlantes suelen ver el tiempo como una línea horizontal. Pueden adelantar las reuniones o retrasar los plazos. También tienden a ver el tiempo como si viajara de izquierda a derecha, muy probablemente en línea con la forma en que usted está leyendo el texto en esta página o la forma en que se escribe el idioma inglés.

Esta relación con la dirección en que se escribe el texto y el tiempo parece aplicarse también en otros idiomas. Los hablantes de hebreo, por ejemplo, que leen y escriben de derecha a izquierda, imaginan que el tiempo sigue el mismo camino que su texto. Si se le pide a un hablante de hebreo que coloque las fotos en una línea de tiempo, lo más probable es que empiece por la derecha con las imágenes más antiguas y luego ubique las más recientes a la izquierda.

Los hablantes de mandarín, por su parte, suelen imaginar el tiempo como una línea vertical, en la que arriba representa el pasado y abajo el futuro. Por ejemplo, utilizan la palabra xia ‘abajo’, cuando hablan de acontecimientos futuros, de modo que "la próxima semana" se convierte literalmente en "la semana de abajo". Al igual que ocurre con el inglés y el hebreo, esto también coincide con la forma en que tradicionalmente se escribía y se leía el mandarín: con líneas verticales, desde la parte superior de la página hasta la inferior.

Esta asociación entre la forma en que leemos el lenguaje y organizamos el tiempo en nuestros pensamientos también influye en nuestra cognición cuando tratamos con el tiempo. Los hablantes de distintas lenguas procesan la información temporal más rápidamente si está organizada de forma que se ajuste a su idioma. Un experimento, por ejemplo, demostró que los monolingües ingleses eran más rápidos a la hora de determinar si una imagen era del pasado o del futuro (representada por imágenes de estilo ciencia ficción) si el botón que tenían que pulsar para el pasado estaba a la izquierda del botón para el futuro que si estaban colocados al revés. Si los botones se colocaban por encima o por debajo de cada uno, en cambio, no se percibía ninguna diferencia.

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*Miriam Frankel es una experimentada periodista científica que ha escrito para publicaciones como New Scientist, Nature, FQXi, Physics World y varios periódicos y revistas nórdicos. Actualmente es editora de ciencia de The Conversation, un medio de comunicación que ofrece noticias y artículos de análisis basados en la investigación a una audiencia mundial de decenas de millones de personas.

**Matt Warren cuenta con 25 años de experiencia periodística como redactor y editor. Es autor de libros para Lonely Planet, ha trabajado como redactor de artículos para el Daily Mail es un galardonado editor de revistas. Hasta hace poco, era el subdirector de The Conversation y ahora trabaja en proyectos especiales para el sitio