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La Asociación de Academias de la Lengua es una ficción

PORTUGUÊS INGLÉS

La Asociación de Academias de la Lengua Española: una institución ficticia

Ricardo Soca, Revista Ñ

La Asociación de Academias de la Lengua Española (Asale) no es sino un departamento de la Real Academia Española, por cuya iniciativa y a cuya imagen y semejanza fue creada. Por la distribución notoriamente asimétrica del poder entre el socio mayor y el resto de sus miembros, determinada estatutariamente, Asale es una entidad ficticia, que funciona bajo la batuta de su artífice y rectora.

Como veremos en las siguientes líneas, la asociación actúa bajo un férreo control de Madrid, sirviendo así, por esta vía, a los intereses comerciales y diplomáticos del reino de España, legítimos sin duda, pero que no necesariamente habrán de coincidir con los de los otros veintiún países representados por las academias «hermanas».

La idea de crear sucursales en América fue concebida en el siglo XIX en Madrid. Se trataría de academias «correspondientes» que funcionarían bajo la égida de la «docta casa», con el fin de rescatar algo del imperio colonial perdido que ya no se podía reconquistar por las armas. El académico Zamora Vicente1 lo explicó con sorprendente transparencia al narrar hechos de la segunda mitad del siglo XIX:

[...] la Academia acuerda crear Academias de la lengua castellana o española, como correspondientes suyas y a su imagen organizadas. Con tal relación, la Academia Española se propone realizar fácilmente lo que para las armas y la diplomacia ya es imposible hacer: reanudar los vínculos violentamente rotos [...]. (subrayado mío).

A lo largo de los años, la iniciativa madrileña fue rindiendo sus frutos y «la Academia Española se dispuso, impaciente, a ver el resultado de sus normas y consejos», relata Zamora. Por todas partes surgían academias correspondientes, algunas de ellas, llevadas de la mano por Madrid; otras, como la argentina y la uruguaya, por iniciativa de sus respectivos gobiernos y con carácter de «asociadas», que no de «correspondientes».

En 1951, se creó la Asale, con unos estatutos en los que se admitía sin ambages su carácter de entidad subordinada:

Art. 2. Las Academias correspondientes de la Real Academia Española reconocen que esta es, por derecho propio, la llamada a dirigir esta labor colectiva de defensa y promoción del idioma castellano.

No se explica cuál sería la fuente de ese «derecho propio» ni de qué molinos de viento debería ser «defendido» el idioma castellano; se pretende que tales afirmaciones sean aceptadas a priori, sin necesidad ni posibilidad de discusión, tal como se aceptan las leyes naturales o las creencias religiosas.

Entre las metas estatutarias de esta dispar asociación, figuraba en 1951 la muy subordinada de «colaborar con la Real Academia Española, según las instrucciones de esta, en la redacción de Gramática y Diccionario y especialmente en la recolección de los regionalismos de su respectiva área lingüística».

Debido a la falta de entusiasmo del gobierno español y a la escasez de recursos, este esfuerzo por el control lingüístico de las antiguas colonias avanzó con lentitud hasta los años noventa, cuando se presentó una nueva realidad: la globalización de la economía ofreció a España la posibilidad de explotar con sus empresas un suculento mercado de 430 millones de hispanohablantes. Nada mejor para ello que aprovechar y reforzar la tradicional influencia cultural y de autoridad lingüística de la RAE a fin de abrir el camino a las multinacionales con sede en la Península. Con este propósito, la vieja ideología nacionalista fue reformulada mediante la promoción del discurso llamado «panhispánico», que nació arropado con ideologemas apropiados a las nuevas necesidades del reino: el español como «lengua total», «lengua de encuentro», «activo estratégico» y «lengua mestiza» Del Valle (2007:10)2.

Al comienzo de la última década del siglo pasado, la alicaída Asale fue reflotada para servir como estandarte del panhispanismo y en 1997 se inauguró con fanfarria el I Congreso Internacional de la Lengua Española, como expresión institucional del nuevo papel de la Academia y sus «hermanas».

En 2007 se aprueban en Medellín nuevos estatutos de Asale en los que se consolida el poder omnímodo de la casa tricentenaria. En efecto, en ellos se establece sin tapujos que el «presidente nato» de la Asociación de Academias será siempre el director de la Real Academia Española (art. 15) y su tesorero, un miembro de número de la institución madrileña, nombrado por la Junta de Gobierno y ratificado por el plenario de esa corporación (art. 17).

Como consuelo, el secretario general de la asociación, cuyas tareas son colaborar con el presidente, llevar las actas, cuidar los archivos y figurar como presentador de Asale, puede ser un miembro de cualquier academia excepto la española (art. 16).

El desbalance de poder en el seno de Asale queda aun más claramente de manifiesto en la composición y funcionamiento de su órgano rector, la Comisión Permanente, que en la práctica funciona la mayor parte del tiempo en Madrid con su presidente, su secretario general y su tesorero, es decir con tres miembros, dos de los cuales serán siempre de la RAE (art. 23).3

Además del férreo control establecido en los estatutos, la Academia Española impone la presencia del rey de España en todos sus Congresos como símbolo solemne de su poder incontestable. En un ritual que contradice la tradición republicana de las excolonias, el monarca español es quien pronuncia el discurso de apertura y preside cada Congreso, junto con el primer mandatario del país anfitrión. La intención que está por detrás de esta liturgia dieciochesca es la misma que dio lugar en el siglo XIX al hispanoamericanismo: fortalecer la noción de que «la cultura hispánica posee una jerarquía interna en la que España ocupa una posición hegemónica»4

De hecho, el Ministerio de Asuntos Exteriores de ese país es el depositario de los convenios firmados por los países miembros de Asale, tales como el Acuerdo de Cartagena de Indias de 1960. La cancillería española es también la que se encarga, como cabeza de una supuesta mancomunidad de naciones, de notificar estos convenios y acuerdos de las academias de los veintidós países ante la Secretaría General de las Naciones Unidas.

El papel abrumadoramente dominante del socio español queda de manifiesto también en las obras académicas, cuya autoría es atribuida a la RAE y a la Asale conjuntamente, como si la primera no formara parte de la segunda. El papel de primus —aunque no inter pares— de la corporación madrileña se hace evidente asimismo en los prólogos de las obras académicas, en los que son habituales menciones como «la Real Academia Española y las demás academias hermanas...».

Hay una única obra cuya autoría se atribuye exclusivamente a Asale: el Diccionario de americanismos (DA, 2010), concebido en Madrid hacia fines del siglo XIX, y cuya concepción expone de manera diáfana la ideología nacionalista que está por detrás del proyecto. En efecto, si la lengua española se define como pluricéntrica, cabe preguntarse cuál sería la justificación de un diccionario de tal naturaleza, cuya realización supone la existencia de una única variedad americana, presentada en los hechos como de rango inferior, subordinada a un supuesto «español general».

Por más que se adjudique a Asale la autoría de la obra, en el prólogo se admite que las decisiones finales sobre la macroestructura se adoptaron en Madrid, donde se suprimieron algunas entradas enviadas por las academias americanas en los casos en que estas «proponían inadvertidamente la introducción de lemas que correspondían al español general».

El domicilio oficial de Asale, según sus propios estatutos, es en la calle Felipe IV No 4 de Madrid, el mismo de la Real Academia Española.

La presencia de la organización en la internet también es meramente ficcional: está enteramente en manos de la Real Academia. Está albergada en el servidor rae.es y tiene su dominio (nombre en la internet) asale.org registrado a nombre del funcionario de la RAE Octavio Pinillos, con correo electrónico pinillos@rae.es. Como administradora de este dominio figura la gerente de la Academia Española, Montserrat Sendagorta Gomendio, según datos públicos disponibles en la red mundial.

Conclusión
La Asociación de Academias es una entidad de mentirijillas, creada para justificar la supervivencia de una supuesta mancomunidad poscolonial basada principalmente en la lengua española y orientada de acuerdo con los intereses geopolíticos de la antigua potencia colonial. Se busca así captar el vasto mercado de los países de habla española, así como el de potencias de caudalosa inmigración, como Estados Unidos, o de fuerte peso regional, como Brasil.

Por la distribución del poder en el seno de la Asociación de Academias —fuertemente concentrado en la casa madrileña, de cuyo vientre fue parida— por su historia, por su funcionamiento y por sus estatutos, se puede concluir que la Asale funciona como un departamento de la RAE, actuando de acuerdo con las intenciones y los intereses de esta que, en última instancia, son los del Estado español.


1 Alonso Zamora Vicente. La Real Academia Española. Madrid: Espasa-Calpe. 1999, pp. 367.

2 José Del ValleLa lengua, ¿patria común?. Frankfurt-Madrid: Vervoert/Iberoamericana 2007.

2 José Del Valle y Gabriel StheemanLa lengua, ¿patria común?. Frankfurt-Madrid: Vervoert/Iberoamericana 2007.

3 Por un análisis exhaustivo del desequilibrio de poder en el seno de Asale, ver el estudio monográfico de Silvia Senz «Una, grande y (esencialmente) uniforme. La RAE en la conformación y expansión de la ‘lengua común’» en El dardo en la Academia. Barcelona: Melusina 2011, pages 9-302.

4 José Del Valle y Gabriel StheemanLa lengua, ¿patria común?. Frankfurt-Madrid: Vervoert/Iberoamericana 2007.