
Una pintura abigarrada
abigarrado
Que tiene colores fuertes, diversos y combinados en forma desorganizada. Los correctores de estilo deben tener en cuenta que esta definición supone una connotación negativa, que no se ajusta a las nociones de elegancia y belleza.
El origen de esta palabra no es claro, pero Corominas (1980) cree que puede haber sido tomado del francés bigarré, participio en esa lengua del verbo bigarrer ‘pintar con colores de tonos diferentes que destacan o chocan por su disparidad. El vocablo ya aparecía en el francés del siglo XV. Según el Trésor de la langue française (en línea), puede provenir del francés medio garre ‘de dos colores’, con el prefijo bi(s)- ‘dos veces’, hoy bicolore.
La ocurrencia más antigua que encontramos del vocablo en nuestra lengua fue en el Tesoro de Covarrubias (1611), que lo define como aplicable el “traje y el vestido de la soldadesca, de diversas colores, mezcladas unas con otras”, y hay registro de uso por la pluma de Quevedo en 1626, pero era por entonces una palabra rara, que solo se tornó frecuente en autores españoles del siglo XIX, como Bécquer, Pérez Galdós, Alarcón y Menéndez y Pelayo, entre otros.
