
El niño superdotado Laurent Simons en un aula de su universidad
prodigio
Los antiguos creían que los milagros eran obra de los dioses o de algunas personas que habían recibido de estos la gracia o el poder de hacer cosas que escapaban a su comprensión y que parecían más allá de las leyes de la naturaleza. Los romanos llamaron a estos fenómenos miraculum, palabra formada a partir del verbo mirari ‘admirarse, quedar estupefacto ante un hecho asombroso’.
Usaban también el sinónimo prōdĭgĭum, que definían como ‘cosa maravillosa, estupenda, milagrosa’, derivado del verbo prōdīcěre ‘predecir’, ‘vaticinar’, ‘adivinar el futuro’, aunque no necesariamente de manera milagrosa. Tito Livio, por ejemplo, escribió prōdīcěre dies con el prosaico significado de ‘fijar el día’.
De prōdĭgĭum se derivó el adjetivo prōdĭgĭosus, y ambas palabras llegaron a nuestra lengua algo tardíamente bajo las formas prodigio, con Palencia (1490) y prodigioso (Berceo, s. XIII).
En el siglo XX, surgió la locución niño prodigio, que se refería a los niños extremadamente precoces, dotados de una inteligencia extraordinaria, como es el caso del belga Laurent Simons, nacido en 2010, que en 2021 se graduó en Física en la Universidad de Amberes, com la calificación de summa cum laude.