torpedo
En tiempos del Imperio romano, ser alcanzado por un torpedo debía ser una experiencia desagradable, pero no tan traumática como hoy en día. En efecto, torpedo era para los romanos el nombre de un pez de forma alargada, capaz de causar choques eléctricos para defenderse. Como esos choques podían dejar atontadas a sus víctimas, surgió en el propio latín una nueva acepción de torpedo, con el sentido de ‘atontamiento, entorpecimiento’.
Los latinos no conocieron, como es obvio, las anguilas de la cuenca amazónica, pero consta que sabían del pez gato o tremielga de la cuenca del Nilo y de la raya eléctrica, también llamada pez torpedo.
A comienzos del siglo XIX, el inventor norteamericano Robert Fulton desarrolló un artefacto mecánico que estallaba al hacer contacto con un barco y lo llamó torpedo, porque le recordaba el pez del mismo nombre. Pero fue el ingeniero británico Robert Whitehead quien inventó el torpedo como arma con movimiento propio, impulsado por un dispositivo de aire comprimido que le permitía desplazarse a once kilómetros por hora.