defensa
Antiguamente, y aun hoy en muchos países, los organismos oficiales encargados de asuntos militares se llamaban Ministerio de Guerra, un nombre que aludía exactamente a la función que cumplían: hacer la guerra o prepararse para ella. Sin embargo, con el paso del tiempo, los gobernantes fueron comprendiendo que la guerra suele ser una empresa que da poco prestigio y que quienes se defienden de ella se granjean más simpatía por parte del público y de la prensa.
Los ministerios pasaron a llamarse, simpáticamente, “de Defensa”, así como las asignaciones presupuestarias se llamaron “gastos de Defensa”, aunque estuvieran destinadas a atacar a otros países. En efecto, mientras hoy se entiende que hacer la guerra es una tarea menos noble de lo que se creía algunos siglos atrás, las invocaciones a la defensa nacional todavía despiertan sentimientos patrióticos. Algún ingenuo podría pensar que, si todos se defienden, nadie hará la guerra, pero los hechos no confirman esta presunción.
Defensa se formó en latín a partir del verbo latino defendere, que se derivaba a su vez del verbo arcaico fendo, -ere ’incitar’, ‘estimular’, ‘golpear’, que ya no se usaba en la época clásica. A este verbo se antepuso el prefijo de-, que en este caso significa ‘rechazar, repeler’, para formar defendere ‘rechazar a un enemigo’, ‘proteger o protegerse’. Si a fendere se le antepone el prefijo ob- ’hacia delante’ (con el sentido de oposición), este se convierte en of- (por estar antes de f) y se forma offendere ‘chocar con algo’, ‘golpear algo’, ‘disgustar a alguien’, de donde se derivó nuestro verbo ofender.