paraíso
Los persas concebían el paraíso como un gran jardín cercado por grandes vallas, y fueron estas las que acabaron dándole el nombre paraidaeza en avéstico, una de las lenguas iraníes más cercanas al milenario indoeuropeo, la cual convivió con el persa. La palabra se formó compositivamente con paerdís ‘valla’ (emparentada con el griego peri- ‘alrededor’) y -dis ‘crear’, ‘realizar’, ‘hacer’.
El historiador Jenofonte, uno de los discípulos de Sócrates, describió el paraíso persa helenizando su nombre bajo la forma παραδειος.
Este vocablo fue tomado por los romanos, que le dieron la forma paradisus, la cual llegó al castellano y al portugués como paraíso. La d que traía del avéstico se mantuvo, en cambio, en otras lenguas, como el inglés paradise, el italiano paradiso, el francés paradis, el catalán paradís y el alemán Paradies.
Palabra que evoca en nuestra mente imágenes de un lugar dondo todo es bello, perfecto y acogedor, y donde solo existe el deleite, paraíso adquirió a partir del siglo pasado una denotación negativa al unirse al adjetivo fiscal: lugar adonde los millonarios y los ladrones del dinero póblico depositan su dinero para evadir impuestos.