óptimo
Superlativo de bueno. Sumamente bueno, que no puede ser mejor. Equivale a buenísimo; el diccionario académico incluye también bonísimo, que actualmente es muy poco usado.
Para buscar el origen de este superlativo, debemos remontarnos a los pueblos indoeuropeos –tribus nómadas prehistóricas que partieron del Asia Menor hacia Europa y el Indostán entre mil quinientos y dos mil años antes de Cristo–, que usaban la raíz op, con el significado de ‘producir mucho, en abundancia, más que lo habitual’, en esa época referido preferentemente a la agricultura. Y por si el significado de ‘abundancia’ no fuera suficiente, los indoeuropeos podían añadir a op el sufijo -tamo, dando lugar a op-tamo ‘el que produce más’.
Como algunos de esos pueblos se fueron a instalar en la península itálica, op-tamo acabó incorporado al latín bajo la forma optimus ‘el mejor’, que llegó hasta nosotros como óptimo. En latín clásico, optimus dio lugar a optimates ‘miembros de la nobleza romana’, que eran los cives optimo iure, que disfrutaban de todos los derechos: al sufragio, al casamiento, al comercio, a ejercer magistraturas.
Pero la lengua prehistórica dejó otros descendientes en nuestra lengua: cuando a la raíz op-, con la partícula conectiva i, se le añadió el verbo parare ‘preparar’, ‘conseguir’, ‘adquirir’ se formó opíparo que, referido a un banquete, significa ‘abundante, copioso’.