juego
En todas las épocas históricas, los seres humanos se divirtieron con bromas, chanzas y pasatiempos hasta que, en cierto momento, surgió la idea de crear actividades lúdicas con reglas, en las que, en algunos casos, podría haber ganadores y perdedores, con el solo fin de divertirse, aunque el juego tiene también utilidad educativa. En muchos casos, estas actividades se comparten con otras especies animales.
Hay varias definiciones de juego, pero en este artículo nos quedaremos con la de filósofo neerlandés Johan Huizinga:
Acción u ocupación libre, que se desarrolla dentro de unos límites temporales y espaciales determinados, según reglas absolutamente obligatorias, aunque libremente aceptadas, acción que tiene fin en sí misma y va acompañada de un sentimiento de tensión y alegría y de la conciencia de —ser de otro modo— que en la vida corriente.
Los romanos tenían juegos parecidos al de damas, al tatetí, los rompecabezas, las canicas y el tiro de la cuerda, entre otros. Pero también desarrollaban actividades como las que hoy llamamos deportes, como los juegos gímnicos, la carrera, el salto y el pugilato, entre otros.
A estos últimos los llamaron iocus, para distinguirlos de los meramente recreativos, que se llamaban ludus. Del primero, nos llegó al castellano la palabra juego y sus derivados, jugar, jugador, etc., y del segundo, vocablos como el adjetivo lúdico ‘relativo al juego meramente recreativo’, ludopatía ‘adicción morbosa a los juegos de azar’ y ludo, nombre de un juego de mesa.
En otras lenguas, iocus dio lugar también al francés jeu, al portugués jogo, al italiano giuocco y al catalán joc.