pigmento
La Roma Antigua no se caracterizó por la abundancia de grandes pintores; no era un arte tan apreciado como lo fue en siglos posteriores y, además, quedaron muy pocos registros, excepto los murales y frescos que se pudieron rescatar en Pompeya. Entre los principales representantes de la pintura romana cabe destacar a Arelio, Cornelio Pino y Cayo Fabio Pictor.
Los romanos expresaban esta actividad como el arte de pingere ‘pintar’, pero lo cierto es que con este verbo se referían a cambios de color concretos, como pintar una pared o teñir una prenda de ropa, aunque con el tiempo el significado de pingere se fue orientando también hacia el arte pictórico.
A partir de pingere surgió el nombre del material colorido que usaban para pintar sus obras, que creaban principalmente con la técnica de manchas de color al temple, con colores planos y pocas mezclas: pigmentum, palabra heredada de la raíz indoeuropea peig-.
De pigmentum proviene nuestro pigmento ‘sustancia que se emplea para dar color a una pintura, un esmalte, un barniz e incluso nuestra propia piel’. En el latín vulgar no se usaba pingere sino pinctare, que dio lugar a nuestros vocablos pintar, pintura, pictórico, pintoresco, etc.