cansar
El léxico del cansancio aparece tempranamente en nuestra lengua ya desde el mester de clerecía (1230-1250), de Gonzalo de Berceo.
Disié entre los dientes con una voz cansada:
"Monte Oliveti, Monte Oliveti", ca non dizié ál nada.
En la obra de Berceo aparece varias veces el adjetivo participial canso, que sobrevive aún hoy en Aragón y en algunos puntos de Castilla la Vieja y de América, así como en el gallego.
Los monges de la casa, cansos e doloridos.
Corominas (1980) apunta como origen de la palabra el latín campsare ‘doblar’ (una trayectoria) ‘desviarse (de un camino)’, formado a partir del griego κάμπτειν (kámptein) ‘doblar, plegar’, probablemente sobre la base de la idea de ‘cesar (de hacer algo)’. De ese sentido de ‘doblar, abandonar un rumbo’, se pasó, aún en griego, a la noción de ‘abandonar algo que se está haciendo, dejar de hacerlo’, que es lo ocurre cuando uno está cansado.