asesino
Un fanático musulmán del siglo XI —hoy diríamos ‘integrista’—, conocido como “el Viejo de la Montaña”, capitaneaba en Siria un pequeño ejército, que utilizaba para ejecutar cruentas venganzas políticas y someter así por el terror a la población de la región. Antes de salir de correrías, para estimular aún más la crueldad de sus hombres, los obligaba a consumir hachís, la droga extraída del cáñamo de la India (en árabe, hassís). Por esa razón, a los secuaces del Viejo de la Montaña se los llamaba hassasí, que en árabe significa ‘consumidor de hachís’, pero la palabra no tardó en designar también a los matadores.
El anciano líder tuvo sucesores que continuaron con los mismos sangrientos métodos de dominación, hasta que el último de ellos fue capturado y ejecutado sumariamente por Gengis Khan.
La palabra aparece por primera vez en español hacia 1300, pero su escritura varió muchas veces hasta el siglo xviii, cuando se le dio su forma definitiva.
Durante los cuatro siglos anteriores se habían registrado variantes: anxixín, assesino, asesigno, acecino, assasino y assesino. Este vocablo, que fue traído del Cercano Oriente por los cruzados, llegó también al francés, assassin, y al italiano y al portugués, assassino.