zar
A partir de la muerte de Julio César, la fama de su poderío imperial y de su gloria se propagó a través de los siglos, y su nombre se convirtió en homónimo de emperador.
Pero la historia de los césares no terminó con la caída definitiva del Imperio romano; los emperadores germánicos resolvieron adoptar el nombre de sus homólogos romanos, tal vez con la esperanza de reeditar su gloria, y lo revivieron de acuerdo con la pronunciación que se cree que empleaban los romanos: [cáesar], que adaptaron como kaisar y, más tarde, Kaiser.
La vieja palabra latina no se detuvo en las fronteras germanas y llegó al ruso arcaico como tsísari, y, posteriormente, tsar, que, a su vez, pasó al francés y al inglés como czar. El primer zar con ese título fue Iván el Terrible, que ocupó el trono de Moscú en el siglo XVI, unos mil seiscientos años después del asesinato de Julio César.
La Academia española incluyó la palabra ya en la primera edición de su diccionario, en 1739, como ‘Príncipe dominante de Moscovia’, explicando que lo escribía sin la c inicial ‘pronunciada por los moscovitas’ debido a la dificultad de la fonética del grupo cz en español.