mariscal
El grado militar de mariscal fue popularizado por Napoleón Bonaparte, quien agració con él a gran número de sus mejores generales. Antes solo había dos mariscales en Francia, subordinados al condestable del reino. Bonaparte hizo escuela, especialmente entre los oficiales surgidos de las guerras independentistas en América latina, cuando ese grado fue usado por militares que querían ostentar una distinción superior a la de sus compañeros de armas (como el caso del mariscal Sucre, subordinado del general Simón Bolívar, a quien esas cosas no le importaban). En algunos países, como Brasil, esa graduación sobrevivió hasta la segunda mitad del siglo XX (mariscales Henrique Teixeira Lott, Eurico Gaspar Dutra, Humberto Castelo Branco, muy conocidos en los años sesenta).
En el Bajo Imperio romano, el mariscal era el esclavo que se ocupaba del cuidado de los caballos, así como el senescal —palabra formada por el latín sinis ‘anciano’ (como en senectud) y el germánico skalk— era el sirviente más viejo, el intendente o mayordomo de la casa.
Mariscal, por su parte, proviene del antiguo germánico marah ‘caballo’ y skalc ‘sirviente’, aunque a las lenguas ibéricas llegó, probablemente, por intermedio del normando mariscal (hoy maréchal, en francés), ambas procedentes del franco. Por otra parte, en Francia, desde el siglo XVIII y hasta nuestros días, el maréchal-ferrant es el herrero que se encarga de las herraduras de los caballos.
El sirviente mariscalcus, tal el nombre en latín en el tiempo de los francos, se convirtió más tarde en el oficial encargado de comandar la caballería y, solo algunos siglos después, se refirió a los jefes militares de graduación superior.
En España, cuando Nebrija publicó su diccionario en 1495, el mariscal era el soldado que medía los lugares donde los guerreros instalaban sus tiendas, pero poco más de un siglo después, en la primera mitad del siglo XVII, el mariscal ya era un oficial superior que solo se subordinaba al condestable, según el modelo francés.
El ascenso de los mariscales ocurrió bastante más tarde que el de los senescales, que en la Alta Edad Media asumieron funciones de administración provincial en las propiedades de los reyes merovingios. Los monarcas de esa dinastía franca extendieron sus atribuciones hasta convertirlos en los representantes del rey en las cuatro grandes divisiones del reino (Austrasia, Neustria, Borgoña y Aquitania), ahora como mayordomos o intendentes del palacio real. Estos senescales-mayordomos alcanzaron las máximas dignidades durante el reinado de los últimos merovingios, cuando los mayordomos de Neustria unificaron la función por la fuerza y derrotaron a los de las demás regiones. En consecuencia, tenían de hecho más poder que el rey, como ocurrió con Carlos Martel y su hijo, el mayordomo Pipino el Breve, el cual le preguntó al papa Zacarías quién, en realidad, merecía ser el rey, si el que poseía la corona o el que ejercía el poder realmente. Ante la respuesta del pontífice, Pipino no vaciló: depuso a Childerico III y asumió el trono, creando una nueva dinastía.
En adelante, la dignidad de mayordomo fue reducida a su función inicial como el principal de los criados, y el cargo de senescal se mantuvo como administrador de algunos de los grandes señoríos medievales, hasta convertirse en un cargo honorífico (en el siglo XIII, Jean de Joinville, el amigo del rey san Luis, era senescal del condado de Champagne, nombrado por el conde Theobaldo IV).