infarto
La palabra fartar está en castellano desde el latín tardío fartare y los varios romances que se fueron formando en la península ibérica, con su viejo significado de ‘llenar, atiborrar’, así como el adjetivo participal fartus, que en romance cambió a farto, fartar. El verbo tardolatino provenía del clásico farciō (también ferciō) y su participio farctum. Con frecuencia, los latinos le anteponían el prefijo in- para referirse a algo que algo estaba ‘repleto o atiborrado’.
El vocablo aparece en el Poema de Mio Cid, cuando Muño Gustioz expresa: Antes almuerzas que vayas a oraçion, a los que das paz fartas los aderredor (v. 3384-85). Alfonso el Sabio, por su parte, usó varias veces farto en su General Estoria (1280), como cuando escribe: & non sera farto seyendo minguado de pan (fol. 262v).
Posteriormente, muchas f latinas pasaron cambiaron en Castilla su pronunciación labiodental y se convirtieron durante algunos siglos en aspiradas, con lo que fartar se convirtió en hartar y farto, en harto. Finalmente, la aspiración acabó por perderse y nos quedamos con esas h mudas que tanto molestaban a Gabriel García Márquez. Sin embargo, creo que no son tan inútiles, puesto que nos hablan de hitos en la historia de nuestra lengua.
La medicina recurrió a la forma clásica in + farctum para referirse a los casos en que un vaso sanguíneo está obstruido (atiborrado) de placas de ateroma o por un coágulo que impiden la circulación. En el siglo XVIII apareció en castellano la palabra infarto, mientras que en inglés se mantuvo la c etimológica latina con la forma infarction, que no es fácil de hallar en diccionarios de inglés, pero la podemos encontrar en cosnautas.com. En el alemán actual se dice Infarkt, y se se emplean además los compuestos Herzinfarkt (del corazón), Gehirninfarkt (del cerebro), Lungeninfarkt (de los pulmones), Niereninfarkt (de los riñones), etc.