La amígdala cerebral funciona como una alarma ante el peligro.
Lo que llamamos “instinto de conservación”, es en realidad la función que cumplen dos pequeños grupos de neuronas situados la zona límbica de ambos hemisferios cerebrales, las que se encargan de alertarnos ante peligros que nos amenazan, lanzando señales a todo el organismo e infundiéndonos la sensación de miedo o el reflejo de fuga. Algunos neurólogos, como el estadounidense Larry Cahill, sugieren que la amígdala derecha se encarga de la vigilancia de los estímulos externos, y la izquierda, de los internos.
La amígdala cerebral tiene el mismo nombre que sus homólogas palatinas, situada al fondo de la cavidad bucal, a ambos lados de la faringe, que al infectarse provoca dolorosas anginas. En nuestro organismo hay otras amígdalas, debajo de la lengua, en la parte nasal de la faringe y en el cerebelo.
Unas y otras tienen diferentes tamaños, pero comparten aproximadamente la forma de una almendra (Prunus dulcis), que los griegos llamaban άμυγδάλη (amigdale).
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Tierra agotada
Del latín vastāre ‘devastar’ influenciado por el germánico wôstjan.
1.tr. Gastar, consumir, agotar.
&de yr a correr et guastar las tierras de los otros et no seyr guastada la lur. Fdez. de Heredia. Trad. Tucídides, fol. 14r.
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No hay que fiarse nunca de una potencia demasiado grande. Tácito. Historias, 2, 92