morgue
Poco se sabe sobre el origen más remoto de esta palabra que nos llegó desde el francés, pero la historia conocida muestra una curiosa evolución del significado de morgue.
Hacia la primera mitad del siglo xvi, se usaba para referirse a una ‘actitud arrogante, adusta o severa, de ceño fruncido’. En el Trésor de la langue francoyse (1606), de Nicot, faire la morgue ‘hacer la morgue’ era ‘presentar una actitud de filosofía triste y severa’, pero en 1694, en la primera edición del Diccionario de la Academia Francesa, morgue se define, además, como ‘entrada de una prisión, donde los detenidos permanecen algún tiempo expuestos, a fin de que los guardias puedan mirarlos fijamente para reconocerlos más tarde´.
Casi un siglo después, hacia 1798, el vocablo francés conservaba estos significados, pero incorporaba otro nuevo: ‘Un lugar donde son expuestos los cuerpos de personas que fueron halladas muertas fuera de su domicilio, a fin de que puedan ser reconocidas’.
En castellano el vocablo fue usado en el siglo XIX con un segnificado que nos hemos atrevido a definir como ‘actitud desabrida y altanera’, como vemos en este texto de Fernán Caballero, en Clemencia, (1852), tomado del Corde:
Si alguien entraba, sir George era otro hombre; el que un momento antes atraía con su gracia y amenidad, rechazaba ahora por aquel entono, aquella morgue, como dicen los franceses, tan propia de aquellos que entre la aristocracia inglesa creen que para alzarse no hay mejor medio que el de rebajar a los demás.
A partir de 1923, la Morgue de París pasó a ser el Instituto de Medicina Legal.
La palabra apareció registrada por primera vez en nuestra lengua en la edición de 1917 del diccionario de José Alemán y Bolufer, definida como ‘edificio para depositar y exhibir los cadáveres desconocidos, con el fin de que los reconozcan sus deudos o el público’. En el diccionario académico, no encontró su lugar hasta 1984.