malandrín
Parece obvio que esta palabra debería derivarse de mal o de maleante, pero malandrín es, etimológicamente, el ‘corazón del roble’.
En efecto, esta voz, que nos llega del italiano malandrino, que proviene de la antigua expresión griega to melan dryos, que significaba ‘lo negro del roble’, empleada para denominar el corazón del tronco de ese árbol y, además, una forma de lepra que en latín recibió el nombre de malandria. En el bajo latín de Italia, los leprosos eran llamados, pues, malandrinos, un nombre que luego extendió su significado a ladrones y salteadores.
La palabra aparece registrada por primera vez en castellano en el Quijote (1605), con la denotación de ‘bribón’.
En esto, oyeron un gran ruido en el aposento, y que don Quijote decía avoces: —¡Tente, ladrón, malandrín, follón, que aquí te tengo, y no te ha de valer tu cimitarra!
En el español del Río de la Plata, malandrín dio lugar al lunfardo malandra, que se emplea para denominar a un sujeto que estafa o comete actos deshonestos.