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El habla de los argentinos

04/05/2009

Susana Anaine, Revista Ñ

La autocrítica suele ser feroz cuando se pregunta a un argentino de clase media cómo hablamos. Pero si entramos en particularidades del castellano en nuestro país, existe sin duda un modo de hablar que nos distingue de los otros modos en que el mismo idioma se pronuncia o escribe en distintos países

Esas variaciones son por primera vez recogidas en un diccionario integral de "nuestro" idioma.

¡Che pará!

El lenguaje de los argentinos no es un bloque homogéneo y tampoco los usuarios son.

¿Cómo hablamos los argentinos? Si las posibles respuestas son bien, mal o regular, elegir la segunda opción es la posta: el que lo hace obtiene la aprobación inmediata del público. No se sabe exactamente qué quiere decir "hablar mal" ni a quiénes abarca el sujeto "los argentinos", aunque uno sospecha que probablemente siempre se trate de "los otros", ni usted ni yo.

El lenguaje de los argentinos no es un bloque homogéneo y tampoco los usuarios lo son. Planteada en esos términos, la pregunta parece dar por sentado que, como en las tragedias griegas, hay un destino inexorable, una culpa histórica en el linaje que determina la catábasis lingüística; caída estrepitosa que abarca por igual a una comunidad de hablantes en la que no existen niveles socioculturales con estratos altos, medios o bajos, registros específicos de subgrupos, como el del lenguaje carcelario, por ejemplo, y en la que hay una absoluta igualdad de oportunidades en todas las regiones del país.

Hecha esta salvedad, y aceptando la pregunta, quienes se complacen en afirmar lo mal que hablamos apuntan centralmente a la pobreza del vocabulario y a la aceptación indiscriminada de los neologismos, en especial de los que son extranjerismos crudos. Esto no se discute, pero quizá convenga revisar la ausencia de otros problemas.

No es un tema menor que se apunte a un vocabulario rico o a ser selectivos en materia de préstamos. Sin embargo, llama la atención que no se insista con igual énfasis en la dificultad para conceptualizar, para expresar con precisión una idea, que tiene que ver más con el manejo de la sintaxis, de las estructuras del idioma, en fin, de la gramática en general (modos y aspectos verbales, correlación temporal, uso de conjunciones, de los enlaces oracionales), que con la pobreza de vocabulario.

Por ejemplo, entre las pésimas correlaciones temporales, la más frecuente se da en el uso del potencial en lugar del imperfecto del subjuntivo en las prótesis condicionales: "Si yo tendría una casaquinta, me iría a descansar un mes". ¿Era tan difícil vincular tuviera con iría? ¡Y cuánto se oye! Norma Carricaburo observa que, "si bien este fenómeno parecía, a mediados del siglo pasado, anclado en la lengua subestándar, y sobre todo en los hijos de la inmigración, su empleo se ha ido extendiendo al habla de personas con estudios secundarios e incluso universitarios. Asimismo en la oralidad, por analogía fónica, es común el empleo del pretérito imperfecto de verbos auxiliares en lugar del condicional: "Lo que debía [en lugar de debería] hacer el gobierno es sincerar la relación peso-dólar".

Otro problema son los enlaces enclenques entre la oración principal y la subordinada: "Este es el hombre que te hablé" cuando debió decirse "Este es el hombre del que te hablé". Si se pudiera asociar que uno habla de, acaso podría evitar la omisión al armar esa otra estructura oracional.

Decía el aristotélico Boileau que lo que se piensa con claridad se expresa con claridad. Pero bueno, en el medio están las armas que ayudan a desarrollar esa capacidad de simbolizar y una, la fundamental, es el dominio de las estructuras del idioma.

La división política de la lengua

El hecho de referir la pregunta a los argentinos establece una división política de la lengua, cuyas áreas suelen exceder las fronteras. ¿Hablamos bien o mal, en el aspecto que sea, con respecto a qué? ¿Al español europeo? ¿Al español de América? Estas regiones, de más está decirlo, tampoco son bloques uniformes y comparten, en general, problemas semejantes.

Nuestra habla se caracteriza básicamente por la conformación particular del léxico, en el que se combinan varias fuentes, por el voseo pronominal y verbal (vos sabés), el yeísmo rehilado (pronunciación de la elle como ye más una vibración en el punto de articulación que le suma sonoridad), la r asibilada (en la emisión se percibe una suerte de silbido) o la preferencia por el futuro perifrástico (voy a ir) sobre el futuro imperfecto (iré). A todo esto debemos sumarle las entonaciones regionales, los famosos "cantitos", originadas en la mezcla del sustrato indígena con la pronunciación particular que trajo el conquistador según su procedencia. Chilenos y mendocinos, tan parecidos al hablar, ¿no están emparentados, acaso, con los andaluces?

El considerar que la norma culta del país no representa una "desviación" respecto de la del español peninsular, sino que las normas son policéntricas (cada una representa a un país o a una región), ya no debería ser solamente un principio de lingüistas, pero un ejemplo casero deja ver que la enseñanza de la lengua no siempre incluye la reflexión acerca estos temas. Es bastante frecuente objetar el uso del pretérito perfecto (ha visto) por el imperfecto del indicativo (vio): "Nosotros no lo usamos". El "nosotros" no sale de los límites del área rioplatense, donde por cierto predomina el imperfecto, sin tener en cuenta que en muchas provincias, sobre todo en el Norte y en Cuyo, el predominio se invierte. En síntesis, algunos hablantes creen que el eje de la norma culta argentina pasa por el habla de Buenos Aires, de la misma manera que otros, ya premodernos, siguen pensando que la del español peninsular es la única válida.

El tono nuestro

La tenía clara Borges cuando, en referencia a los escritores de las generaciones del 37 y del 80, dice en El idioma de los argentinos (1927): "El tono de su escritura fue el de su voz; su boca no fue contradicción de su mano. Fueron argentinos con dignidad: su decir criollo no fue una arrogancia orillera ni un malhumor. Escribieron el dialecto usual de sus días: ni recaer en españoles ni degenerar en malevos fue su apetencia. Pienso en Esteban Echeverría, en Domingo Faustino Sarmiento, en Vicente Fidel López, en Lucio V. Mansilla, en Eduardo Wilde. Dijeron bien en argentino: cosa en desuso. No precisaron disfrazarse de otros ni dragonear de recién venidos para escribir. Hoy, esa naturalidad se gastó. Dos deliberaciones opuestas, la seudo plebeya y la seudo hispánica, dirigen las escrituras de ahora".

Cada vez que se logró ese decir bien en argentino, el arte dio sus frutos. El teatro, por ejemplo, al momento de la llegada de los Podestá, con su representación hablada de Juan Moreira, en 1886. Por esos años, las obras de autores nacionales eran llevadas a escena por compañías españolas: la gestualidad, la entonación, se daban de patadas con el ritmo de la frase y el vocabulario. Con las primeras compañías rioplatenses, puede decirse que hubo actores para nuestro lenguaje, en su sentido más amplio.

Los diccionarios del lenguaje argentino

Nuestro vocabulario ha sido estudiado desde temprano. Una obra de referencia, que vincula palabras tratadas con glosarios, estudios o diccionarios regionales o generales, sin incluir definiciones, es el Registro de lexicografía argentina, publicado en CD-ROM por la Academia Argentina de Letras. En ella se puede ver la cantidad asombrosa de trabajos existentes, en especial de vocabularios.

En cuanto a los diccionarios de argentinismos, hasta ahora han sido concebidos con criterio contrastivo. El primero producido por una Corporación fue el realizado entre 1875 y 1879 por la Academia de Ciencias, Letras y Artes, a la que pertenecían figuras como Eduardo Holmberg, Martín Coronado, Rafael Obligado, Juan María Gutiérrez o Manuel Ricardo Trilles. Estuvo inédito hasta 2006, salvo unas pocas palabras que habían sido publicadas en El Plata Literario, en 1877.

Puede sorprender a muchos que este sea uno de los artículos:

"che. Particular de origen araucano en cuyo idioma significa hombre; entre nosotros, como pronombre, es tratamiento familiar; como interjección, sirve para llamar la atención de alguno y para expresar sorpresa, sentimiento o dolor, repitiéndose en esos últimos casos como: ¡Che! ¡Che! ¿Tan mal te ha ido? Úsase en toda la República anteponiéndolo y posponiéndolo a la segunda persona de los verbos. En la provincia de Buenos Aires, suele usarse también con la tercera persona, y así se dice: Che, venga; Oiga, che."

Cierra el círculo de obras corporativas, el Diccionario del habla de los argentinos, cuya primera edición es de 2003 y la última de 2008. Sus características básicas, de acuerdo a tres de los puntos de su "Decálogo", son estos:

1.Se trata de un diccionario dialectal nacional, es decir que registra voces ("curtir", "facilongo", "gilastrún") y frases ("hacer boleta", "no hay drama", "conciliación obligatoria") de uso argentino, y no contiene las correspondientes a la lengua general ("palestra", "tenaza", "marcapaso").

2.Es diferencial respecto del Diccionario de la lengua española (RAE), en el sentido de que no contiene palabras o expresiones de uso peninsular español recogidas en el DRAE.

3.Se halla ejemplificado con citas reales. Cada voz o locución va acompañada por una ilustración escrita, literaria, periodística o proveniente de páginas web, en cuyo contexto se aprecia su acepción neta de uso.

Esta producción reciente, que poco a poco abandona el sesgo casi exclusivamente folclórico como definición de lo nacional, común a muchos diccionarios tradicionales, tiende a reflejar en una dimensión amplia el vocabulario contrastivo usual. En ella, el léxico es una fotografía cuyo campo abarca palabras procedentes de los pueblos originarios (quechua, aimara, guaraní, mapuche, lengua pampa), anglicismos; galicismos, arcaísmos del español peninsular que aquí se conservaron vivos, acepciones nuestras de cantidad de voces españolas, neologismos técnicos o voces rurales, regionalismos, palabras cotidianas o técnicas que no parecen argentinismos. Como telón de fondo, en un corte diacrónico, se ve un mosaico integrado por el lunfardo histórico y por otras voces poco usadas o ya caídas en desuso.

Un diccionario no contrastivo

En la línea de los diccionarios que reflejan la lengua vigente de un país en forma no contrastiva, es decir en su totalidad, se inscribe el Diccionario integral del español de la Argentina, que acaba de editar Voz Activa. Apunta el lingüista José Luis Moure en el prólogo a la obra: "El Diccionario de la lengua española elaborado por la Real Academia Española, que ha sobrellevado la admirable e ímproba tarea de definir el vocabulario de nuestro idioma, no podría sin violencia ser infiel a su origen y dejar de responder privilegiadamente a la curiosidad lexicográfica de los peninsulares y al particular conocimiento del mundo que fundamenta la estructuración de su vocabulario, atendible razón por la cual, en el caso de falda, dispone la acepción de prenda femenina en el primer lugar y la alusiva al corte vacuno en el séptimo. Y si buscamos nuestro vocablo pollera, encontraremos primero su significado de vendedora de pollos, muy ajeno a nuestro uso, y sólo en el noveno puesto la referencia a la prenda. [...] Como argentinos, dice, no podemos sino suscribir lo que con sencilla elocuencia expresó el lingüista mexicano Luis Fernando Lara cuando se refirió a "la sensación que tienen muchos mexicanos cuando consultan diccionarios elaborados con los puntos de vista y la experiencia de la lengua de la Península, de que hay distinciones nuestras que no se toman en cuenta, y de que hay sentidos y palabras que no corresponden a nuestro propio uso de la lengua" (Diccionario del español usual en México, 1996)".

A estas distinciones atiende el Diccionario integral, que, del español todo, descarta lo no usual en la Argentina, aunque esté vigente en el español general de otras áreas, deja de lado las palabras que no aparecen en el corpus propio –1981-2008–, pero registra las que sí lo están, sean generales o argentinismos, como prueba de su permanencia. Para volver al ejemplo de Moure, pollera incorpora en primer lugar el significado de 'falda' y falda, tanto el de 'corte vacuno' como el de 'pollera'. Y, como que todas las voces forman parte de nuestra habla, ninguna se marca como "argentinismo" y, por lo tanto, no indica áreas. Tampoco trae etimologías.

Finalmente, aunque no se propone ser normativo, sino descriptivo, incorpora indicaciones de uso, conjugaciones verbales y dudas idiomáticas, pronombres, prefijos y sufijos, ortografía y puntuación, usos discursivos de conectores.

Como el de Lara, es un diccionario orientado a enseñar; trata de no usar muchos reenvíos, define en cada caso, aunque se trate de sinónimos.

Todas las voces, todas

Es, en síntesis, un diccionario del español usual en nuestro país, pero no de argentinismos. O, en todo caso, de argentinismos en un sentido amplio: de todo el caudal de voces en uso. Tiene un perfil de usuarios distinto, ya que el que quiere conocer lo exclusivo de nuestra habla, con el origen de las voces, con indicaciones diatópicas o marcas cronológicas, debe consultar un diccionario contrastivo. Y el que quiere conocer rápidamente el significado de una palabra o resolver una duda lingüística cuenta con este diccionario integral.

En todos los casos, sean contrastivos o no, el escenario de cada toma es toda nuestra cultura.