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Ante la caída del uso del "usted" en favor de "vos" y "tú", los montevideanos desarrollan estrategias para reacomodar su trato formal

Lingüista María Irene Moyna

Leo Lagos

Si bien la baja del uso del usted se da en todo Uruguay, un reciente artículo se enfoca en el estudio cualitativo de lo que sucede en la capital, ya que allí hay un sistema tripartito de tratamiento con base en usted, vos y con particularidades que no aplican a todo el territorio.

El artículo que acaba de publicar la lingüista Irene Moyna en la revista Languages provoca esa cosa deliciosa que sucede a menudo cuando alguien nos señala algo cotidiano pero desde una nueva perspectiva (asumo que, como yo, la mayoría de ustedes no se dedica a estudiar el lenguaje).

Sin haber pensado jamás demasiado en que aquí en Montevideo –y en el resto de Uruguay, pero el trabajo se centra en el español hablado en la capital– tenemos tres posibilidades para dirigirnos a otra persona, el vos, el y el usted, tal vez en algún momento podemos haber llegado a sentir cierta incomodidad al usar alguna de ellas, por ejemplo, un vos al hablar con una persona de mayor edad, a la que respetamos mucho o que conocemos poco personalmente. O seguro nos extrañamos esas primeras veces en las que alguien se dirigió a nosotros como señora o señor, haciendo añicos la idea de que aún éramos jóvenes. Evidentemente no da lo mismo usar cualquiera de los tres pronombres en cualquier situación.

El artículo, llamado “Después de usted: variación y cambios en un sistema tripartita de cortesía del español”, muestra que a medida que el uso de usted va perdiendo terreno, hacemos algunos malabares para mantener la cortesía o la distancia –o para evitarla–, en un panorama en el que hay un uso más extendido de vos y un intermitente.

Irene Moyna se fue del país hace tiempo. Luego de estudiar en Reino Unido, se radicó en Estados Unidos, donde hizo su doctorado en lingüística y hoy es docente e investigadora del Departamento de Estudios Hispánicos en la Universidad A&M de Texas. “Mi reflexión sobre la forma de tratamiento hacia el otro hablante es algo que vi como objeto de estudio luego de haberme ido de Uruguay. Como en muchas cosas, al estar con la ñata contra el vidrio, mirás hacia adentro y ves que las cosas son mucho más interesantes que lo que pensabas cuando estabas adentro”, dice en la pantalla mientras conversamos desde distintos hemisferios.

Para terminar esta introducción al tema, agreguemos otro ingrediente. Irene viene de una familia de químicos: su padre fue decano de la Facultad de Química de la Universidad de la República, su madre también es química y su hermano Guillermo es director del Departamento de Química del Centro Universitario del Litoral Norte de Paysandú. La broma entre ellos es que Irene investiga sobre cosas que no importan. Pero a ella esta provocación no le produce más que risa. “El lenguaje es algo que tenemos todos los humanos, a diferencia de un laboratorio. No todo el mundo tiene tubos de ensayos, pero todo el mundo habla. Y hablar es generar los datos de mi ciencia”, defiende.

Tres opciones, varios artículos

“Este estudio se centra en el paradigma de la forma de tratamiento en el español hablado en Montevideo, una variedad latinoamericana que presenta a los hablantes con tres opciones: una cortés (usted) y dos familiares ( panhispánico y vos regional)”, define el artículo. Moyna aclara que, si bien tenemos tres formas de dirigirnos al otro, “para los verbos, en Montevideo, tenés sólo dos formas, la ustedeante y la voseante, porque nadie dice tú tienes, sino tú tenés, excepto las maestras cuando están enseñando. La gente en Montevideo no habla así, pero es diferente cuando vas, por ejemplo, a Rocha”.

Esas dos formas de conjugar con el pronombre tienen sus excepciones. “El pretérito suele ser bajo la forma tuteante, porque decimos viniste en lugar de decir vinistes, que sería la forma voseante”, explica. Y luego dice algo que retomaremos más adelante: “Decir vos vinistes tiene una serie de estigmas y cosas asociadas”.

“Además se da una cosa muy interesante de la que ni los habitantes nativos de Uruguay ni de Argentina se dan cuenta”, dice Moyna. “Decimos hables o hablés para expresar diferentes significados del subjuntivo. Cuando queremos que alguien no empiece con algo, usamos el , y podemos decir cuando vayas a lo de la abuela, que es muy religiosa, no hables de ciencia. Pero cuando queremos frenar al otro para que deje de hacer algo, ahí pasamos al vos y decimos no me hablés más de ciencia. Ese subjuntivo voseante tiene un valor muy especial, es un imperativo cesativo. “Si bien no es categórico y estamos hablando siempre de porcentajes de uso en hablantes, al conjugar con tuteo es más probable que el hablante pretenda impedir que el otro comience a hacer algo que no quiere que haga”.

El trabajo que acaba de publicar es un análisis cualitativo sobre cómo usan estos tres pronombres los hablantes en Montevideo para tratar a otras personas. Para ello realizó entrevistas cara a cara en 2012, cuando tuvo un año sabático en su universidad y, entre actividades sociales y paseos, pudo hacer trabajo de campo en nuestro país recogiendo datos. Pero no sólo hizo esas entrevistas.

“Hice una encuesta con una treintena de preguntas cerradas, del tipo ‘usted en esta situación qué diría’, y daba tres opciones y una cuarta para completar en caso de que fuera ninguna de las tres”, cuenta. Sobre una gran cantidad de respuestas a esta encuesta (579), Moyna realizó un análisis cuantitativo sobre el uso de usted en situaciones de distancia social, cuyos resultados publicó en 2019. Allí decía que “los resultados confirman la retirada del usted de todos los contextos, menos los más formales, en el español de Uruguay, algo que está de acuerdo con las tendencias panhispánicas”.

En este trabajo reporta el análisis cualitativo de 12 entrevistas, aunque realizó unas 60 a hablantes de todo Uruguay. “Analizar entrevistas cualitativas lleva mucho tiempo”, dice. Y, si bien parte de su trabajo es hacer investigación, la docencia de dos materias, las distintas obligaciones e incluso otros artículos hicieron que este demorara lo suyo. “Trabajo mucho con coautores, con gente más joven, con mis estudiantes. A esos trabajos siempre les doy prioridad, porque no está en juego sólo mi cuero, sino también el de otras personas”, se excusa. “Empecé con estos 12 de Montevideo porque si hacés un análisis de todo Uruguay, te da bananas, ya que la gente opina de cosas muy diferentes”.

“Esa es otra cosa muy llamativa. Tendemos a pensar que Uruguay es algo uniforme, pero no es así. Incluso en el uso de usted hay diferencias regionales”, amplía justificando este trabajo centrado en la capital. “Hay una zona más innovativa, Montevideo y el litoral, que pierde el uso del usted, y una zona más conservadora, en el centro y el este, donde el usted tiene un rol más importante. El centro de Uruguay es una zona conservadora porque no recibe gente nueva, sino que pierde gente. La población que queda allí no cambia su manera de hablar porque mantiene redes sociales compactas, sin aporte de gente nueva que traiga innovaciones, y entonces ves los usos lingüísticos un poco similares a los de hace 50 años”.

Bien, tenemos entonces que “estudios cuantitativos recientes han demostrado que el rango de uso del usted cortés se está reduciendo en el dialecto, ya que los encuestados más jóvenes lo reservan para contextos jerárquicos o para destinatarios mucho mayores”, así que aquí viene el análisis cuantitativo. Pero antes aclaremos un poco qué es eso del uso cortés.

Lo cortés no quita lo voseante

Usted es mucho más formal que vos o que . Lo sabemos. Pero una cosa es formal y otra, cortés. Y más aún en la sociolingüística. “Las formas de tratamiento, en todas las lenguas, interaccionan con lo que se llama la cortesía verbal”, explica Moyna. “Hay cortesías de dos tipos, positiva y negativa, lo que no quiere decir que sea una cortesía buena o mala”, apunta.

“Los seres humanos en sus relaciones tienen diferentes necesidades. Una es sentirse miembros de un grupo. La cortesía positiva es la que apoya esa necesidad”, dice, y como ejemplo pone el halagarle una prenda nueva a un compañero de trabajo. Pero no siempre queremos sentirnos parte de algo. “También tenemos la necesidad de que nos dejen en paz, que no se metan contigo. Por eso es descortés que una persona te mire mucho en el ascensor. En el ascensor es claro que se necesita una cortesía negativa, que nadie hable, que nadie haga preguntas, ya que no es el momento ni el lugar”, subraya. Y entonces los pronombres usted, y vos tienen lo suyo en esa cortesía.

“Algunos pronombres generan una distancia con el otro, por ejemplo, usted. Entonces, si generás una distancia con el otro, lo estás respetando de una manera particular, alejándote, ya sea porque tiene más estatus o porque no lo conocés. El uso de usted es una forma de darle su espacio, es una cortesía negativa”, señala. “Cuando a una persona la tratás de vos o de , lo que estás haciendo es lo contrario, la estás acercando, y esa cortesía positiva en algunos contextos es lo correcto”.

“Volviendo al caso del ascensor. Sube una persona y le preguntás ¿a qué piso va? Al llegar al piso, te das cuenta de que van a la misma fiesta. En ese caso, ya no la podés tratar de usted, porque ir a la misma fiesta implica que forman parte del mismo grupo social. Lo que fue cortés en el ascensor ya no lo es en la fiesta. Si a esa persona la seguís tratando de usted, probablemente te diga que no la sigas tratando así, que no es tan vieja o algo por el estilo, ya que dentro de la fiesta ya funciona la cortesía positiva. Eso es lo esperado, o, como lo lingüistas decimos, lo no marcado, lo normal. En un ascensor lo no marcado es tratar al otro de usted; en la fiesta, es tratarla de o de vos, porque si la tratamos de usted es como decirle que, si bien están en el mismo lugar, no están en el mismo círculo”, ejemplifica.

Dado que, como dice, “los pronombres, entonces, nos permiten tomar decisiones estratégicas respecto de nuestras relaciones mutuas”, es interesante ver qué pasa cuando uno de ellos está en franca retirada, como ocurre entre los hablantes de Montevideo. Pero hay más aspectos interesantes en esto. “Un colega dice que los pronombres no son la manera de expresar las relaciones, sino la manera de crear las relaciones. Si yo decido que te voy a tratar de y tú estás de acuerdo, nuestra relación cambia”. Vayamos entonces a los resultados de este análisis cualitativo.

Cambiando

En el trabajo de Moyna se reportan una serie de observaciones más que interesantes, como en lo referente a cómo determinados factores sociales y prácticos determinan el uso de pronombres formales o no. Por ejemplo, al ver cómo hablamos en el entorno familiar, dice que “la gran mayoría de los participantes dijeron que no utilizan usted en sus interacciones familiares, independientemente de la generación”. También deja constancia de que “algunos encuestados expresaron más ambigüedad cuando se trataba de algunas relaciones familiares más periféricas, como los suegros”. Inserte su chiste favorito sobre suegros aquí.

Moyna vio también qué pasaba en contextos educativos, laborales y de servicios. De allí reporta que “para los hablantes de Montevideo el discurso informal fue un sello distintivo de las relaciones a largo plazo. Esto fue más claro dentro de la familia, pero también fue cierto en los entornos escolares y laborales”. Es decir, el usted para poner distancia había retrocedido en casi todos los ámbitos. La excepción mayor se vio en el campo de los servicios, “debido a que las relaciones son fugaces y varios criterios de confusión pueden interactuar, por lo que la elección del tratamiento generalmente se ajusta por defecto al criterio de la edad”. Señala que aun en ese contexto, entre los participantes jóvenes se notó “el tratamiento formal, descrito con el vocativo señora”, y también usted “se destacó como inusual y fue visto de manera negativa”.

Al analizar las actitudes, el trabajo nos muestra que usamos usted sólo en aquellas situaciones de gran lejanía en varios aspectos con la otra persona. “Si esta distancia se consideraba socialmente necesaria, usted parecía operar como una estrategia de cortesía negativa, el equivalente pronominal de dar espacio físico a los demás”. Sin embargo, “el uso continuado de usted puede ser percibido en sí mismo como un impedimento para la cercanía y, como tal, indeseable. En esas situaciones, aparece como una estrategia de cortesía positiva, adecuada cuando la cercanía va acompañada de consideración”. Por su parte, “vos se considera adecuado principalmente en las relaciones más íntimas, donde la formalidad y, a veces, incluso la cortesía pueden evitarse sin riesgo de dañar la relación”.

Lo más importante: “La gran mayoría de los encuestados mayores señaló una relajación de la formalidad con el tiempo, pero muy pocos lamentaron la pérdida del usted, porque la mayoría lo consideraba principalmente un marcador de distancia, no de cortesía”. O, como dice más adelante: “El uso de usted como un componente de relaciones interpersonales respetuosas fue, en su mayor parte, considerado innecesario” y “la mayoría pensaba que el tratamiento informal per se no era un problema”. Lo que observa no implica, entonces, que seamos más “maleducados”.

Estrategias de supervivencia

En el trabajo se señalan algunas estrategias de estos hablantes de Montevideo para lidiar con la cortesía en un contexto en que el uso de usted es cada vez menos frecuente, al tiempo que el vos gana terreno sobre el (incluso en el artículo se reporta algo ya estudiado: entre los hombres el tiene un uso aún menor). “En general, los entrevistados se mostraron reacios a eliminar por completo las distinciones de cortesía”. Y para hacerlo adoptaron distintas estrategias, como “evitar dirigirse, el reflejo y la reutilización de tú como una forma cortés intermedia”.

El retiro del usted plantea varios escenarios para mantener los dos tipos de cortesía –en especial la negativa– a los hablantes. Me doy cuenta de que en el ascensor en lugar de preguntar ¿a qué piso va? yo hubiera optado por un escueto ¿a qué piso? “Esa es una estrategia que está en el trabajo”, comenta Moyna. “Un muchacho joven, que se ve que había pensado muchísimo en el tema, decía que en la medida de lo posible, le daba vueltas para evitar usar pronombres. En la parada, por ejemplo, preguntaría ¿pasó el ómnibus? en lugar de ¿usted vio pasar el ómnibus?”.

Otros hablantes le dijeron a Moyna que su forma de lidiar con esa incertidumbre consistía en esperar a ver cómo el otro se dirigía a ellos y entonces copiarle. En inglés lo llaman mirroring, acá sería algo como en espejo. ¿Eso demanda una atención consciente? “Es consciente en la medida en que algunos me lo pueden decir cuando les pregunto qué hacen cuando se encuentran en determinada situación. De cierta manera los estoy obligando a traer a la conciencia esta estrategia, pero tal vez haya miles de personas que lo hacen y que no sean capaces de verbalizarlo”, dice Moyna.

¿Un futuro con más o menos angustia?

El trabajo afirma que “estamos viendo el final del largo retiro de usted, que comenzó a mediados del siglo XIX en contextos de afinidad determinados por lazos familiares, elementos comunes de edad, género, estatus o clase, y ahora también ha sido reemplazado en las relaciones de largo plazo con contacto frecuente, incluso en aquellas marcadas por diferencias de estatus, como en lugares de trabajo e instituciones educativas”. Sin embargo, recurrimos a estrategias para reflejar esa cortesía necesaria y, como reporta el artículo, para algunos supone cierto pensar bien cómo buscar la manera de dirigirse a los demás. ¿A medida que siga esta tendencia ese esfuerzo por buscar estrategias pasará a ser más automatizado o nos seguiremos quemando la cabeza en algunos contextos? “Si bien es una excelente pregunta, los lingüistas en general no vaticinamos el futuro”, responde Moyna, pero, sin esquivar el bulto, propone pensar en función de qué pasó en otros dialectos.

“Una de las cosas que pueden pasar es que nos quedemos con esta especie de angustia para siempre, que no se termine de resolver el problema de la cortesía negativa. Una vez que desparece el pronombre usted, te quedás sin un instrumento que teníamos para establecer una relación distante, pero cortés”, dice. “Si a tus abuelos los dejás de tratar de usted no pasa nada, siguen siendo tus abuelos. Pero tratarlos de José o de Carmen, por el nombre, sería, sí, más raro; por lo general les decimos abuela o abuelo o abue o nona, o algo así. Ese establecer la jerarquía se mudó del pronombre al vocativo”. Sin embargo, pese a que esta situación de incertidumbre en ciertos casos se mantenga, sostiene que, “en general, las sociedades van llegando a una situación de estasis”.

“Por otro lado, las formas de tratamiento son un problema siempre. Los lingüistas dividimos las palabras en dos grandes bolsas: las que pertenecen a las clases abiertas y las que pertenecen a las clases cerradas. En las clases abiertas están, por ejemplo, los sustantivos, ya que siempre podés inventar un sustantivo nuevo. En las clases cerradas no hay posibilidad de agregar más ítems, por ejemplo, los tiempos verbales. Los pronombres también pertenecen a una clase cerrada. En español tenemos yo, tú, él/ella, nosotros, vosotros/ustedes, ellos/ellas. Pero la segunda persona nunca es una clase cerrada, es súper entrópica, porque en la segunda persona es donde la gramática se encuentra con la sociedad, es el punto donde se expresan nuestras relaciones mutuas”.

Por tanto, Moyna conjetura: “La historia de la segunda persona es una historia de constante cambio, por lo que no creo que lleguemos a una situación en la que tengamos un único pronombre de segunda persona y estemos todos contentos con él. Salvo que nuestra sociedad dejara de tener jerarquías”.

En su trabajo habla un poco de esto como un fenómeno que puede tener algo que ver con lo observado: “Los cambios sociales en Uruguay ofrecen cierto contexto para comprender los cambios lingüísticos. Los indicadores económicos del país durante los últimos 40 años han mostrado un aumento constante de la igualdad, como caídas significativas en el índice de Gini. La movilidad social resultante y el aplanamiento de las jerarquías sociales se correlacionan con una preferencia por el tratamiento informal, que puede resaltar más fácilmente los puntos en común”.

“A mí lo que me gustaría, y es uno de mis objetivos al estudiar la lengua, es eliminar la intolerancia lingüística”, dice Moyna. “Eliminar eso de decir que hay cosas que están bien y otras que están mal, de mirarnos mal porque decís haiga. ¿Qué tiene de malo haiga? La forma en sí no tiene nada de malo, lo malo es que algunos le han atribuido un montón de estigmas”, dispara. “Estigmatizar a una persona por una palabra que usa es una cosa absurda. Hay muchas razones legítimas para detestar a alguien. Que diga haiga no es una de ellas”.

“Hay quienes dicen que aceptar todas las palabras es nivelar para abajo. Pero, justamente, no estamos nivelando ni para abajo ni para arriba. Que cada uno hable como se le cante, que si nos entendemos, y siempre lo hacemos, el lenguaje cumplió su función. Usarlo para poner a cada persona en una casilla, causando, además, inseguridad sobre lo que tiene y no tiene que decir cada uno, no es necesario. Si sos hablante nativo todo lo que decís está bien por definición, al menos desde la perspectiva de un lingüista. Porque hay algo evidente: uno no se puede sacar la manera en que habla. Y sería una gran pérdida cultural si esa diversidad lingüística desapareciera”, sigue reflexionando, y uno espera que su hermano Guillermo esté leyendo la nota a ver si sigue pensando que estudiar estas cosas no tiene importancia.

Artículo: “Después de usted: Variation and Change in a Spanish Tripartite Politeness System”Publicación: Languages (2021)

Autora: María Irene Moyna