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¿Cómo eran las verdaderas 30 monedas de plata de Judas?

El beso de Judas – Fresco de Giotto

Amanda Castelló

Treinta monedas de plata fue la cantidad que los sacerdotes del Templo de Jerusalén pagaron a Judas por entregarles a Jesús. Pero, ¿qué monedas pudo haber recibido Judas como pago? ¿Cuáles eran las monedas de curso legal en Judea en el s. I?

Ciertamente es un tema cuanto menos complejo, dada la variedad de monedas que circulaban por la región desde tiempos anteriores a la dominación romana. La referencia principal la encontramos en Mateo y cuenta así (en adelante usaremos como Biblia de referencia la Reina-Valera revisada Thompson RVR 1960):

¿Qué me queréis dar, y yo os lo entregaré? Y ellos le asignaron treinta piezas de plata

(Mt, 26:15).

Había sido el propio Jesús el que había anunciado que esta traición tendría lugar durante la Última Cena en la noche del jueves:

Mas he aquí, la mano del que me entrega está conmigo en la mesa. A la verdad el Hijo del Hombre va, según lo que está determinado; pero ¡ay de aquel hombre por quien es entregado! Entonces ellos comenzaron a discutir entre sí, quién de ellos sería el que había de hacer esto” (Lc, 22: 21-23).

Las monedas de plata más populares

Existen varias posibilidades contempladas por la historiografía pero haremos hincapié, sobre todo, en los tipos de monedas que con más probabilidad fueron esas 30 piezas que se entregaron a Judas. Lo cierto es que existe un tipo de moneda (o más correctamente dicho, una unidad de peso), llamada siclo (del hebreo “shékel”, del verbo “shakál”, esto es, “pagar”), que fue de gran popularidad entre los judíos de la época y, sobre todo, entre los sacerdotes (y que corresponde a un tetradracma). Estos siclos de Tiro estaban acuñados fundamentalmente en plata y fue por este motivo, por su valor, por el que se convirtieron en una moneda usada para pagar los tributos anuales al Templo por parte de todo varón mayor de 20 años (el pago anual debía ser de ½ siclo). Es más que probable que, siendo los propios sacerdotes los pagadores de Judas, recurrieran a 30 siclos para pagar por la traición.

Los siclos, que equivalían a cuatro denarios romanos, fueron acuñados entre el 126 a.C. y el 56 d.C. en varios lugares, como Tiro, Antioquía, Gaza o Ascalón. Teniendo en cuenta que en época del emperador Augusto un buen salario rondaba los 20 denarios, Judas habría recibido un pago muy generoso por ayudar a los sacerdotes del Templo a librarse del hombre que tantos problemas les había causado hablando de un Dios de amor y perdón, en lugar de un Dios castigador y prácticamente innombrable, gracias al que se enriquecían constantemente. Es destacable mencionar que, en tiempos del Sanedrín, cada judío que hubiese pecado o sanado de una enfermedad estaba obligado a pagar una suma que iba a parar a las arcas del Templo: Yahvé sanaba a través de los sacerdotes, convirtiendo así el cumplimiento de los preceptos de la Torá en un gran negocio para ellos.

En cualquier caso, existen otras monedas que son también dignas de mención a nuestro entender: hablamos de los estáteros griegos. Se trataba de la moneda más valiosa de las mencionadas en el Nuevo Testamento, dado que se acuñaron en oro y posteriormente en plata por parte de Filipo II de Macedonia y Alejandro Magno y circularon en tiempos muy posteriores a la muerte de estos.

Es más que ilustrativo el pasaje en el que Mateo habla de cómo Pedro encontró, por indicación de Jesús, un estátero en la boca de un pez y que utilizó para pagar el impuesto del Templo:

Cuando llegaron a Cafarnaúm, vinieron a Pedro los que cobraban las dos dracmas, y le dijeron: ¿Vuestro Maestro no paga las dos dracmas? Él dijo: Sí. Y al entrar él en casa, Jesús le habló primero, diciendo: ¿Qué te parece, Simón? Los reyes de la tierra, ¿de quiénes cobran los tributos o los impuestos? ¿De sus hijos, o de los extraños? Pedro le respondió: De los extraños. Jesús le dijo: Luego los hijos están exentos. Sin embargo, para no ofenderles, ve al mar, y echa el anzuelo, y el primer pez que saques, tómalo, y al abrirle la boca, hallarás un estatero; tómalo, y dáselo por mí y por ti” (Mt, 17: 24-27).

Un estátero equivalía, como hemos visto, a dos didracmas (o un tetradracma), que era la cantidad que debía pagarse al Templo por dos personas, si bien es cierto que que otras emisiones en otros lugares o épocas utilizaban la palabra “estátero” para referirse a un didracma, pero no entraremos ahora en esta cuestión.

No hablaremos aquí de todas las demás monedas que, pudiendo haber sido también las escogidas por los sacerdotes, presentan menos probabilidad de serlo por su valor o su uso menos frecuente por parte de los judíos y que bien merecerían un capítulo aparte. Baste tener en cuenta que la gran variedad de monedas conocidas para la Judea del s. I hace que sea muy complicado poder decidir con exactitud cuáles fueron realmente.

Tengamos en cuenta que la región de Judea había permanecido bajo el dominio, antes que romano, de persas, griegos, egipcios y seléucidas y cada uno de ellos había introducido nuevas acuñaciones que se iban mezclando con las anteriores.

En este pasaje el profeta Zacarías recibía un sueldo de 30 monedas de plata (muy probablemente siclos por su uso como unidades de medida) por su trabajo como buen pastor. Sin embargo esta cantidad es considerada una ofensa y se refiere a ellas con sarcasmo en el pasaje posterior. Resulta bastante llamativo este paralelismo.

También en el libro del Éxodo podemos encontrar otra referencia a esta cantidad, donde se narra lo siguiente:

Si un buey acorneare a hombre o a mujer, y a causa de ello muriere, el buey será apedreado, y no será comida su carne; mas el dueño del buey será absuelto. Pero si el buey fuere acorneador desde tiempo atrás, y a su dueño se le hubiere notificado, y no lo hubiere guardado, y matare a hombre o mujer, el buey será apedreado, y también morirá su dueño. Si le fuere impuesto precio de rescate, entonces dará por el rescate de su persona cuanto le fuere impuesto. Haya acorneado a hijo, o haya acorneado a hija, conforme a este juicio se hará con él. Si el buey acorneare a un siervo o a una sierva, pagará su dueño treinta siclos de plata”. (Éx, 21:28-32).

En ambos pasajes, tanto en Zacarías como en Éxodo, se habla con sarcasmo e ironía, casi como un insulto, del pago de 30 monedas, que no era más de lo que valía la vida de un esclavo. Veamos por qué.

No podemos entender una civilización o un pueblo sin su contexto y este caso no es una excepción. Los sumerios basaban sus cálculos en un sistema sexagesimal, es decir, un sistema de numeración posicional que emplea como base el número 60. En este sentido, 30 es la mitad de cualquier cosa completa (horas, ángulos…) y, por tanto, sin demasiado valor, significado este que con total probabilidad se extendió a otras culturas del Próximo Oriente y que explica el motivo por el que esta cantidad se entiende como una burla si se da como pago en el Antiguo Testamento. Y exactamente eso es lo que significa que los sacerdotes del templo pagasen 30 monedas a Judas: desprecio.

Independientemente de que ese peso en plata supusiera un buen pago en la teoría, en el simbolismo bíblico y en la concepción de la época ese número representaba más bien un insulto. Y es que la Pasión y muerte de Jesús, aparte de su severidad, están impregnadas de desprecio, de insulto y de infamia: no olvidemos que incluso la cruz era el castigo más humillante.

Nada de ello escapaba en absoluto al conocimiento de los sacerdotes del Templo.