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Artículos archivados

Nuestro conocimiento del mundo está limitado y condicionado por las restricciones fisiológicas de nuestra experiencia sensible. Percibimos, luego conocemos y expresamos en el lenguaje de la manera en que nuestro sistema neurosensorial nos lo permite. Esta corporeización de nuestra cognición determina también la estructura de nuestro sistema conceptual y, por lo tanto, del lenguaje.

Es posible que haya oído afirmar alguna vez que nuestros cerebros son poderosas computadoras. Aunque somos capaces de procesar mucha información de manera simultánea, esa potencia sería insuficiente en la constante sobrecarga de estímulos e información en que vivimos si no fuera porque nuestra mente también hace otras cosas muy bien: predecir, adaptar, reutilizar; hacer más con menos.

Cada idioma puede tener diferentes variedades lingüísticas. Cada variedad es un uso de la misma lengua, según la situación comunicativa, geográfica o histórica y según el nivel de conocimiento lingüístico de quien la utiliza.

En lingüística, el cambio de código o la alternancia de lenguas se produce cuando un hablante alterna entre dos o más lenguas, o variedades de lenguas, en el contexto de una misma conversación.

Suele darse en hablantes multilingües que tienen un alto conocimiento y dominio de las lenguas que están en contacto:

Las historias escondidas en los nombres de las plantas dependen de su descubridor, porque todo el que encuentra un nuevo ejemplar tiene derecho a ponerle nombre.

Hay que cumplir unos requisitos, eso sí: hacer una descripción, conservar un ejemplar, ser publicado en una revista científica reconocida, contar con la aceptación del Código Internacional de Nomenclatura… y sobre todo, escoger un nombre de especie en latín con su declinación. Aquí podemos ser creativos.

En aquellos bosques de Japón que sirvieron de grandes campos de batalla, se dice que de tanto beber la sangre derramada, los árboles se convierten en monstruos, los jubokkos. Cuando la tierra se reseca, los jubokkos se ven forzados al vampirismo y capturan a los desprevenidos que se internan en el bosque.A menudo, los campesinos cortan las ramas de aquellos árboles hasta que salga la rojiza savia. ¿Qué otra prueba se necesita para demostrar que se trata de sangre?

“Al final, con esto del bilingüismo, los niños no aprenden ni inglés ni español”. ¿Quién no ha escuchado, a la salida del colegio o en la barra de un bar, razonamientos de este tipo?

Elena Poniatowska (París, 1932) desciende directamente del último rey de Polonia, Stanislaw Poniatowski (1732-1798). Su familia abandonó la Francia ocupada por los nazis y se instaló en México cuando ella tenía diez años. No hablaba entonces una palabra de español, “lo aprendí en la calle –dice, por teléfono, desde su casa en el barrio de Chimalistac en la capital mexicana–, platicando con las sirvientas, los vendedores ambulantes y los que tiran la basura. Fueron buenos profesores porque años más tarde me gané el Cervantes.

Ferdinand de Saussure, el padre de la lingüística moderna, nació en 1857 en Ginebra, en una familia de hombres y mujeres de ciencia. Desde muy joven aprendió varios idiomas, además de su francés materno: inglés, alemán,  griego y latín. Se graduó en Ciencias Naturales en la Universidad de Ginebra, pero desde niño lo fascinaron los misterios del lenguaje humano, de modo que hizo un doctorado en filología en la Universidad de Leipzig, grado que obtuvo en 1881.

Aunque no solemos pensar en ello, tenemos a nuestro alrededor uno de los prodigios fundamentales de los que nuestra especie es capaz, y cuya invención debería guiar nuestra idea de lo que es crear. Su existencia confirma que es posible una creación colectiva, y una inteligencia común y compartida. Ese prodigio es el lenguaje humano.

La letra -v- nunca tuvo en español el sonido labiodental que representa en lenguas como el francés, el inglés, el italiano o el portugués.

La primera edición del diccionario de la Academia española, que es recordado hoy como Autoridades (1726), explicaba que la letra b “imita el balido de las ovéjas” y que