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Libros pirata preocupan en la Argentina

04/02/2010

La NaciónEntre el 18 y el 20% del volumen vendido por un best seller se piratea en el mercado negro argentino. El asunto se ha vuelto tan grave que, ayer, el director editorial de Urano e integrante de la Cámara Argentina de Publicaciones (CAP), Rodolfo Blanco, dijo a La Nación: «El fenómeno de la piratería editorial está consolidándose en la Argentina. Ha pegado un salto cualitativo y empieza a amenazar la estabilidad de la industria editorial».Y para que no queden dudas sobre la dimensión que el asunto está tomando, el editor de la CAP que mejor conoce el fenómeno de la piratería editorial agrega: «Ya no se trata del perjuicio a los protagonistas [escritores, editores, libreros, distribuidores] de la industria, sino que empieza a ser una cuestión de supervivencia».El fenómeno comienza a preocupar a las casas editoriales a partir de este verano, en que la mayoría de los libros en listas de los diez más vendidos se comercializan sin dificultades en circuitos marginales con buenos márgenes de ganancia. Ya se sabe que en estos puntos de venta ilegal no se tributan impuestos.El puntapié que da actualidad al tema son los comunicados emitidos por Grupo Planeta y Santillana, que ayer advirtieron sobre «la existencia de libros adulterados que se comercializan en las principales ciudades de nuestro país, en especial en la costa atlántica». Libros apócrifos, como los llama la industria editorial, se han detectado en locales céntricos de Villa Gesell, por ejemplo. Ello motivó las denuncias penales pertinentes, según los comunicados.A la cruzada de Planeta y Santillana se sumarían en breve otras editoriales como Edhasa y Random House, por aquello de que la unión hace la fuerza. Y la industria estudia, por estas horas, estrategias tanto en el plano judicial como comercial, incluso con pedido de intervención del Estado en el problema.Por el momento, la piratería se circunscribe a la calle, a los parques y plazas que los fines de semana abren mesas de libros usados con otros títulos nuevos. Y también en algunas librerías que, por impacto de la venta pirata, acceden a colocar disimuladamente algunos de estos ejemplares, para cobrarlos a menor precio que el valor fijo de tapa que un libro tiene en la Argentina.La piratería editorial es un flagelo largamente combatido en América latina. Dos de las anécdotas más escandalosas sobre el tema tuvieron lugar hace apenas unos años en Colombia y en Chile. En 2002, una semana después de que el primer tomo de la autobiografía de Gabriel García Márquez, Vivir para contarla , saliera a la venta con bombos y platillos, una versión pirata se vendía a mitad de precio en las calles de Bogotá. Entonces, el gobierno colombiano decidió tomar medidas para disuadir a los ilegales. Pero con relativa suerte.Un año más tarde, cuando García Márquez esperaba la salida de su libro Memoria de mis putas tristes, la edición pirata estuvo en la calle antes que en las librerías. Alguien se apoderó de un ejemplar y lo copió a toda marcha.En Chile, el escándalo que puso el asunto en la agenda pública fue la edición pirata de Harry Potter y la Orden del Fénix . Una semana antes de su salida oficial, el libro se vendía a un precio irrisorio en las calles de Santiago, la capital. Y la propia autora, J.K. Rowling, ganó un juicio a eBay, la casa de venta on line de productos varios, que en la India ofrecía a precios accesibles ediciones pirata de su último libro de Harry Potter.Lo que hace al flagelo un asunto de Estado es que, según cuenta Rodolfo Blanco, «la calidad de la edición pirata ha pegado un salto y esto es una amenaza real. Necesitamos que el Estado se convierta en un protagonista activo».Aunque el editor no quiere avanzar sobre las medidas en estudio, La Nación supo por otras fuentes que las cámaras preparan una batería de estrategias para «actuar de forma rotunda, que comprende medidas en todos los frentes». El fenómeno que comenzó en forma dispersa en Estación Retiro y el microcentro porteño, ya se expande por la avenida Leandro N. Alem. Incluso, frente a La Nación, en plaza Roma, un puestito de libros ofrece novedades editoriales recientes a precios accesibles.Las editoriales cuidan como el oro la distribución de la primera tirada de sus mejores apuestas en ensayo y novela. Sobre todo cuando ya han sufrido el robo de tiradas completas antes de llegar a las librerías. Es lo que le ocurrió a Random House con uno de los best sellers de Isabel Allende. Un caso ejemplifica el colmo de estas falsificaciones: frente al Palacio Pizzurno, sede del Ministerio de Educación, un puestito callejero vende ediciones pirata.