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La declinación del “llanito”: Gibraltar lucha por preservar su singular identidad lingüística

29/03/2023
Jesús A. Cañas (Cádiz)

Comercios de alcohol y tabaco en la avenida principal / Marcos Moreno

El escritor gibraltareño Mark Sánchez vive en el Reino Unido desde hace 30 años. Un día reciente, paseando por Oxford Street, en Londres, oyó una frase que le resultaba extrañamente familiar entre el murmullo mayoritariamente inglés: “¡Qué frío hace! ¿No dijeron ayer en la televisión que it was going to be sunny?”. Al oír la combinación de palabras en inglés y español pronunciadas con acento británico-andaluz, Sánchez supo enseguida que estaba en presencia de residentes de su añorado Gibraltar, un pequeño territorio de ultramar situado en el extremo sur de la península Ibérica.

“Llanito es muy importante para nosotros porque es algo que define quiénes somos y cómo nos reconocemos”, explica Sánchez. Aunque paradójicamente todos dicen apreciarlo, esta versión local del spanglish con acento británico-andaluz se está desvaneciendo poco a poco en La Roca a medida que los jóvenes abandonan el uso del español. La pérdida del bilingüismo ya se percibe aquí como un problema social, aunque el Gobierno ha prometido promover activamente su recuperación.

En Gibraltar, todo es historia mezclada con política. Después de que el territorio fuera cedido a los británicos en 1713 en virtud del Tratado de Utrecht, el español siguió siendo “la lingua franca de la ciudad hasta mediados del siglo XX”, señala Francisco Oda, que dirigió la sede gibraltareña del Instituto Cervantes, una organización mundial de promoción de la lengua y la cultura españolas, hasta que el ex ministro de Asuntos Exteriores español José Manuel Margallo, conservador, decidió cerrarla unilateralmente en 2015.

El español era la lengua materna de los gibraltareños (que también se hacen llamar “llanitos”) hasta que las autoridades británicas introdujeron cambios en el sistema educativo tras la II Guerra Mundial dando más peso al inglés. El cierre de fronteras decretado por el dictador Francisco Franco en 1969 hizo el resto. El español se convirtió en “una lengua patrimonial y redujo su presencia al ámbito informal y familiar”, añade Oda. Esa es la teoría que defenderá en el IX Congreso Internacional de la Lengua Española (CILE) de Cádiz, en una mesa redonda prevista para el miércoles. Aunque la cita de cuatro días incluye varias ponencias sobre el spanglish que se habla en América, la de Oda será la única que aborde las singularidades de un ejemplo de bilingüismo que ya es seña de identidad de todo un territorio.

Lo que hablan buena parte de los más de 32.600 habitantes del Peñón –sobre todo los más mayores– no es una lengua, ni siquiera un dialecto, sino un habla bilingüe tan rica y diversa como autónoma y adaptable al hablante y a cualquier contexto. Su singularidad llevó a un equipo del Laboratorio de Adquisición del Lenguaje de la Universidad de Valladolid, dirigido por la lingüista Raquel Sánchez, a comenzar a visitar la ciudad hace 20 años para descubrir cómo se produce el llamado code-switching en el cerebro de los gibraltareños. “La zona lingüística de estas personas está ocupada por dos lenguas. Hay momentos en los que el español proporciona más información. Si añades la [la] a casa [casa], te da más información que simplemente the [la]. El marco es el mismo, pero cómo lo rellenas depende de la riqueza gramatical de cada lengua”, dice este especialista.

Es lo que Mark Sánchez lleva haciendo instintivamente desde que aprendió a hablar inglés y español: “El llanito es el lenguaje de las emociones, de los sueños y de los grandes enfados. Llevo 30 años viviendo en el Reino Unido y en mitad de la noche mi mujer dice que sigo hablando español en sueños”. A pesar de esta flexibilidad inherente a Llanito, el escritor pudo establecer algunas reglas, como el uso del inglés para definir conceptos tecnológicos - computadora en lugar de ordenador, que sería el término utilizado en España, o caldera en lugar de caldera. Luego están las palabras inglesas adaptadas para que suenen y se sientan más españolas, como quequi, que viene de cake; mebli, que viene de marble. Y hay expresiones traducidas literalmente del inglés, como ir para atrás por go back.

Para complicar aún más las cosas, los orígenes multiculturales de Gibraltar han llevado a la incorporación de préstamos del maltés, el ladino [una forma de español antiguo hablado por los judíos sefardíes], el árabe y el italiano, como marchapié, del italiano marciapiede, para describir la acera.

Pero todos estos elementos del habla brillan por su ausencia en las conversaciones de los gibraltareños más jóvenes, mucho menos bilingües que sus padres y abuelos. A pesar de que la frontera se reabrió en los años ochenta y de que el español ya no se repudia en las aulas –como ocurría en los sesenta–, el Peñón está preocupado por la pérdida del llanito. En las escuelas, el inglés es la lengua predominante, y el español se enseña como lengua extranjera. Pero en casa es diferente. “Se ha mantenido [el llanito] gracias a la transmisión familiar, pero en el futuro se extinguirá porque el español está en declive”, dice Oda. “Los jóvenes están perdiendo esa capacidad de cambiar de código y los mayores ya han empezado a ver que se enfrentan a un problema social. Es una pena, pero es un esfuerzo que se requiere de todos, desde los políticos hasta la sociedad y las familias”, añade.

Tampoco ayuda que la sede del Instituto Cervantes permanezca cerrada desde 2015, enredada en constantes promesas de reapertura que no se han materializado. En los cuatro años que estuvo abierta, la institución tramitó hasta 4.500 matrículas, y el 51% de sus alumnos eran menores de 16 años, según su antiguo director. El regreso de esta organización cultural a Gibraltar ha sido aprobado por el Ministerio de Asuntos Exteriores de España –del que depende– y por el Gobierno de Gibraltar, pero no se espera que se materialice hasta que los tratados post-Brexit de España con Reino Unido –estancados desde hace meses por cuestiones fronterizas– vean la luz, si es que alguna vez lo hacen.

Mientras tanto, el Gobierno de Gibraltar ha descartado la posibilidad de que los colegios sean bilingües, como recomienda Oda. “Las clases tienen que impartirse en inglés, ya que nuestros alumnos se examinan mediante el sistema inglés del Certificado General de Educación Secundaria”, afirma John Cortés, jefe local de Educación. El Gobierno que preside el socialista Fabian Picardo asegura estar interesado en promocionar Llanito y apoya la investigación, además de haber creado un Consejo Nacional del Libro para promover la escritura gibraltareña y organizar un concurso literario con una categoría bilingüe. “El Gobierno se asegurará de que la mezcla única de inglés y español de Gibraltar, así como de inglés y español por separado, continúe”, añade Cortés.

Mientras tanto, los gibraltareños ya han empezado a organizarse y han creado la asociación Gibraltareños por una Sociedad Multilingüe. Muchos de los usos y expresiones que Sánchez echa de menos en Leeds, la ciudad británica donde vive ahora, los ha plasmado en su novela Marlboro Man, donde recrea el llanito en las divertidas conversaciones de sus protagonistas, que son contrabandistas de tabaco.

“A pesar de todo, soy optimista porque está en marcha un movimiento pro Llanito”, dice esperanzado. “No creo que sea un problema irreversible, ni que se vaya a perder”.

*Lidia Mañoso-Pacheco es Profesora Ayudante Doctora especializada en Didáctica del Inglés como Segunda Lengua, Universidad Autónoma de Madrid.

**Roberto Sánchez Cabrero es Subdirector del Departamento Interfacultativo de Psicología Evolutiva y de Educación de la Universidad Autónoma de Madrid.