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“Ser un cuñado”, el origen de una expresión novísima pero con raíces más antiguas de lo que imaginas

04/01/2024
Xavier Vilaltella Ortiz

El “cuñadismo” es reciente como expresión, pero no como idea

El cuñado vive entre nosotros todo el año, pero su momento de mayor lucimiento son las sobremesas de Navidad. Por supuesto, no nos referimos simplemente al hermano del cónyuge, sino a ese personaje entre odioso y pintoresco al que representa. A punto de terminar las fiestas, es un buen momento para preguntarnos por eso que llamamos el cuñadismo, un concepto que se gestó hace siglos, pero que usamos hace apenas veinte años.

La RAE aún no recoge esa acepción de la palabra, pero sí la Fundación del Español Urgente (Fundéu), que nos dice que se usa para “referirse a la tendencia a opinar sobre cualquier asunto, queriendo aparentar ser más listo que los demás”, o para definir la “actitud de quien aparenta saber de todo, habla sin saber, pero imponiendo su opinión o se esfuerza por mostrar a los demás lo bien que hace las cosas”.

Es una definición cabal, demasiado para un concepto tan rico en matices. Mejor nos quedamos con la de la filóloga Lola Pons Rodríguez en El español es un mundo (2022), cuando dice que el cuñado es ese tipo que le espetaría algo así a Nicolás Copérnico (1473-1543) en una conversación de sobremesa: “¿El Sol en el centro? No tienes ni idea, Nicolás; espera, que yo te explico”.

Sabe de todo, con la particularidad de que no se lo aplica a sí mismo. Es el que pontifica sobre la corrupción de los políticos, pero se lleva las toallas del hotel, o el que dice ser feminista pero no se levanta a recoger los platos.

De pariente a pariente político

¿Y cómo hemos pasado del cuñado, stricto sensu, a este personaje que es una multiplicidad de topicazos patrios? Como nos dice Pons Rodríguez, descubrirlo es un ejercicio más antropológico que lingüístico.

El término, en su primera acepción, viene de la voz latina cognatus, que es la unión del prefijo cog-, que indica algo que sucede conjuntamente, y natus, que significa “nacido”. Es decir, que los romanos lo usaban con un sentido opuesto al actual, para referirse a un pariente consanguíneo.

Una vez importada al castellano, durante mucho tiempo la palabra siguió usándose con el mismo significado. En uno de sus textos, el rey Alfonso X (1221-1284), gran compendiador de la lengua castellana, aún definía “la razón de la cuñadez” como el formar parte uno de la misma estirpe.

Tanto este personaje como la suegra parecen condenados a ser vilipendiados por el lenguaje popular

Por algún motivo que desconocemos, en la Baja Edad Media el vocablo evolucionó para aludir solo a los parientes políticos, y ahí es donde empezó a gestarse su connotación negativa. En su diccionario de refranes de 1627, el gran paremiólogo Gonzalo Correas recogía esta expresión: “Aquella es bien casada, que ni tiene suegra ni cuñada”.

Resulta curioso –o no–, pero tanto este personaje como la suegra parecen condenados a ser vilipendiados por el lenguaje popular, así en español como en otras lenguas. Un refrán alemán dice Bei einem Shwager ist die Freundschaft mager, que vendría a significar que “la amistad de un cuñado es cosa endeble”.

Antes de explicar cómo pasamos de ahí al cuñadismo moderno hay que detenerse en el siglo XX, cuando el término era sinónimo de nepotismo, lo que hoy en día también llamamos “amiguismo”. No podemos afirmar que la acepción se la debamos a él, pero está claro que el cuñado más célebre de la historia de España fue Ramón Serrano Suñer (1901-2003), que lo fue todo en los años más duros del régimen franquista, además de marido de la hermana de Carmen Polo, la esposa de Franco; no en vano lo llamaban “el cuñadísimo”.

Así llegamos a inicios del siglo XXI, que es cuando nuestro término adopta el significado actual. Según contó el periodista Javier Lascuráin, de la fundación Fundéu, al diario El Mundo en 2017, es probable –pero no seguro– que apareciera por primera vez en 2007, en la canción Villancico para mi cuñado Fernando, del grupo Love of Lesbian, y en un sketch del programa Muchachada Nui en el que el personaje interpretado por Ernesto Sevilla se metía con un cuñado insoportable y sabelotodo.

Según Lascuráin, que esta acepción se haya popularizado tan rápidamente se explica por las redes sociales, que han acelerado la velocidad a la que evoluciona el lenguaje. Podemos rizar el rizo y profetizar que llegará el día en que acusar a alguien de ser un cuñado sea propio de cuñados. O, en el fondo, quizá todos seamos un poco cuñados.