El lenguaje evoluciona más rápido que los genes
Tanto lenguaje como los genes se heredan “verticalmente” (de padres a hijos) y cambian “horizontalmente”, en función del contacto entre poblaciones. Pero, ¿en qué se parece la evolución de los genes y del lenguaje, y en qué se diferencia?
Para tratar de responder a esta cuestión, una especialista en biología evolutiva de la Brown University de EEUU ha realizado, junto una serie de colaboradores, un vasto análisis de los patrones lingüísticos y genéticos presentes en la población mundial. En una entrevista publicada en la web de dicho centro, Sohini Ramachandran explica algunos de sus descubrimientos.
Parecidos y diferencias
El más destacado, quizá, es el que señala que la distancia geográfica permite predecir la diferenciación tanto en lenguaje como en genética, es decir, que tanto los genes como las lenguas varían más a medida que la distancia geográfica entre poblaciones se incrementa.
Por otra parte, los datos obtenidos por Ramachandran y su equipo muestran que los genes y las lenguas evolucionan de manera distinta. Un ejemplo de esto se da en poblaciones aisladas. En estas, la diversidad genética se pierde rápidamente, pero no ocurre igual con la diversidad lingüística, que puede tanto reducirse como incrementarse, ganando, por ejemplo, innovaciones fonéticas.
“Esto ha hecho que me pregunte si el contacto entre poblaciones homogeneiza sus lenguas de alguna manera, para que las personas puedan comprenderse unas a otras”, señala Ramachandran.
Otro hallazgo del grupo de investigación ha sido que en los lenguajes actuales no quedan señales de la expansión fuera de África de nuestra especie, tras originarse allí (algo de lo que sí queda señal en nuestros genes, según numerosas investigaciones). Ramachandran explica que esto se debe a la rapidez con que las lenguas humanas cambian y pueden ser influidas por otras lenguas cercanas.La evolución de los genes del lenguaje
Un equipo de investigadores del University College London (UCL) ya habían señalado en 2009 algunas diferencias entre la evolución del lenguaje humano y la evolución de los genes, en este caso, de unos genes muy específicos: los que hacen posible que seamos seres parlantes.
Con un estudio que fue publicado en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences of the United States of America (PNAS) , los científicos trataron de contestar a la siguiente pregunta: ¿Hasta qué punto los caracteres genéticos responsables de nuestra capacidad de comunicarnos lingüísticamente han coevolucionado con el lenguaje mismo?
A partir de la modelación de las vías por las que los genes para el lenguaje podrían haber evolucionado, así como de la evolución del lenguaje en sí, los investigadores demostraron que genes y lenguaje no caminan en paralelo, debido a que las convenciones culturales a este respecto se transforman mucho más rápidamente que los genes.
En otras palabras, aunque tenemos una predisposición genética al lenguaje, éste evoluciona mucho más deprisa que nuestros genes, lo que sugiere que el lenguaje es producido y dirigido más bien por la cultura que por la biología.
Como curiosidad, este punto fue constatado en 2011 usando la informática, en el marco de una investigación en la que participó el Departamento de Inteligencia Artificial de la Facultad de Informática de la Universidad Politécnica de Madrid (FIUPM). En este estudio se concluyó que, efectivamente, la colaboración y la interacción son determinantes en la evolución del lenguaje (también que las formas más eficaces de comunicación pueden propagarse en una comunidad de manera similar a como lo hacen los virus).
A pesar de todo, no se puede negar que nuestra especie es la única que posee un “módulo del lenguaje” genético, en el que se encuentran las bases genéticas de nuestro lenguaje; unas bases que, se cree, precedieron a la emergencia del lenguaje mismo. Quizá eso explique por qué las vocalizaciones de ratones manipulados genéticamente hace unos años con el “gen humano del lenguaje” – el famoso FoxP2 - pasaron a ser más parecidas a las de los llantos de los bebés humanos.