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Etimología - El origen de la palabra: ballena

Según San Isidoro de Sevilla, proviene del griego bállein ‘lanzar’, en alusión a su peculiar surtidor. Para etimólogos posteriores, nos ha llegado a través del latín ballæna ‘ballena’ desde el griego falaina ‘ballena’, lengua esta última en la que la partícula fal- forma parte de diversas palabras referidas a la forma cilíndrica o hinchada característica de las ballenas, como también ocurre con el griego fallós ‘falo’.

Del latín ballæna se ha derivado el francés baleine, el portugués baleia y el italiano balena; mientras que se afirma que el inglés whale y el alemán Wal proceden de la raíz indoeuropea bhel- ‘soplar’, ‘hincharse’.

Hasta el siglo XV, se usó también la grafía vallena y así aparece en el diccionario de Nebrija, de 1495 (vallena dela mar) y en el de Covarrubias, de 1611.

Las ballenas son mamíferos cetáceos adaptados a la vida marina. La ballena azul o rorcual puede alcanzar los 33 m de largo y un peso de 200 toneladas, lo que hace de ella el animal más grande que puebla la Tierra.

Estos cetáceos tienen el sentido del oído muy desarrollado, por lo que son capaces de captar a gran distancia sonidos emitidos por otros miembros de su especie. La mayoría de las casi cuarenta variedades de ballenas existentes carecen de dientes y, en su lugar, poseen unas varillas denominadas barbas o ballenas que eran usadas en corsetería antes de la aparición del plástico y del acero. El peculiar chorro de agua que parecen lanzar por las fosas nasales llega a los seis metros de altura. Pueden mantenerse en inmersión hasta cincuenta minutos y alcanzar cuatrocientos sesenta metros de profundidad. En 1986 entró en vigor una moratoria internacional de caza de ballenas ante el inminente peligro de su extinción.


Estos textos ha sido extraídos de los libros de Ricardo Soca La fascinante historia de las palabras y Nuevas fascinantes historias de las palabras.

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