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Cuando Rosario fue la ciudad de las
palabras

05/10/2013

Pedro Luis Barcia, ÑLas dos entidades organizadoras de los Congresos Internacionales de la Lengua Española (CILE), la Asociación de Academias de la Lengua Española, presidida por la RAE, y el Instituto Cervantes, propusieron que la Argentina fuera sede de su tercer congreso, en 2004. Aceptó el convite el Gobierno, y designó como máxima representante argentina para las gestiones, a la entonces senadora Cristina Fernández de Kirchner, quien delegó en la Secretaría de Cultura de la Nación la responsabilidad de los detalles del programa y demás. La ASALE y el IC me designaron secretario ejecutivo, en mi carácter de Presidente de la Academia Argentina de Letras. Se eligió la ciudad de Rosario como sede del Congreso, pues según lo establecido, los asientos de estas reuniones no son capitales de países. La intendencia de Rosario, como si cumpliera tarea académica “dio lustre, brillo y esplendor” a la ciudad, con enorme esfuerzo y excelentes logros, como la impecable restauración del teatro El Círculo, que fue sede de los encuentros.En mi condición de “animal de aula”, en la índole de estos congresos –en medio de muchas tensiones que tuvimos en el seno de la comisión argentina–, tomé una decisión que resultó revolucionaria: que nuestros docentes participaran del Congreso. El anterior, el de Valladolid, había contado con algo más de un centenar de académicos como público, básicamente universitario. El nuestro acogió a más de 1.200 docentes. El día en que se abrió la inscripción electrónica colapsó el sistema. La presencia de lo que yo llamaba “la animosa patota educativa” fue definitiva para el éxito del congreso porque ella le dio calidez, lo dinamizó con un entusiasmo sostenido y vibrante en cada una de las sesiones, y lo hizo altamente participativo. Y, con posterioridad, llevó a todos los rincones del país el mensaje, la vibración, la preocupación por el lenguaje y la literatura reavivados en ellos. Constituyó una usina de recarga y reactivación. Los congresos posteriores, como el de Cartagena, adoptaron la inclusión docente en ellos. Rasgo lamentable: a la finalización no se distribuyeron los diplomas a los docentes asistentes, privándolos así de documentos básicos para ellos. Más tarde esa desprolijidad fue subsanada.Además de la presencia docente avasallante, cabe recordar algunas peculiaridades del congreso. Para tristeza de todos los que esperábamos oír sus palabras, Juan José Saer, cuyo discurso debía abrir el encuentro, no pudo estar presente, pues se hallaba enfermo en Francia.La asistencia de los reyes de España dio notable trascendencia al CILE. La nota negativa: debieron padecer, Juan Carlos y Sofía, un plantón de una hora y media, aguardando la llegada del presidente argentino y de su esposa.Se distribuyó, a un precio irrisorio, la impecable edición de El Quijote , elaborada por Francisco Rico, que inauguró la colección de Ediciones Conmemorativas de la ASALE. Con Santillana –sello editor– organizamos el lanzamiento popular: China Zorrilla y Juan Leyrado fueron los encargados de leer pasajes de la obra mayor de Cervantes. Una fiesta.Uno de los actos más vibrantes fue el homenaje a Ernesto Sabato, quien fue ovacionado de pie por la sala repleta.¿Quién podría olvidar la ponencia de Roberto Fontanarrosa sobre las malas palabras? El Negro nunca escribió su exposición, la improvisó sobre notas manuscritas. El video de aquella intervención sigue girando en el universo de Internet, para goce de todos.Algo curioso: en los mismos días del CILE, un grupo organizó, en Rosario, una reunión anticongreso del español, en supuesta defensa de las lenguas indígenas (que, por lo demás, contaban con una mesa integrada por los mayores especialistas sobre el tema en el seno de nuestro programa). Lo que quiso ser una ruidosa manifestación no tuvo otra trascendencia que la presencia en ella de José Saramago, invitado nuestro del CILE, que puso un pie en cada reunión, lo que motivó el comentario de un intelectual chileno de izquierda: “Esta es la definición de posturas de nuestros intelectuales revolucionarios”.La Academia Argentina de Letras había lanzado el anuncio del CILE desde Tierra del Fuego, la ciudad más austral del mundo en que se habla español. Y la conferencia de lanzamiento que dimos en la panadería de la ex prisión de Ushuaia, con la presencia de un centenar de maestros y profesores de la isla, fue todo un símbolo. El III CILE marcó un hito cultural en nuestro país y los medios supieron darle todo el relieve que merecía.