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El valón: la lengua olvidada de Bélgica

19/10/2015
José Miguel Vilar-Bou

 

EFE

 

Antes de que el francés y el flamenco se impusieran como idiomas en Bélgica, el valón era la lengua mayoritaria en el sur del país, pero hoy, hablada por apenas el 10 % de la población en la región del sur del país, está a punto de desaparecer.

"A principios del siglo XX, en las escuelas se castigaba a los niños por hablar valón, se les imponía el francés parisino", dijo a Efe Baptiste Frankinet, de la Biblioteca de los Dialectos de Valonia.

"Se decía que era un idioma de criadas y que, si se quería llegar a algo en la vida, había que aprender francés", explicó el experto de un idioma que es una lengua románica septentrional, de la misma rama que el francés, y que se habla en las provincias del sur de Bélgica.

Los padres dejaron de dirigirse a sus hijos en la que era su lengua desde hacía siglos y se rompió la transmisión entre generaciones, clave para la supervivencia de cualquier idioma. Hace un siglo lo hablaba el 80% de la población y hoy apenas 200.000 personas lo conocen, según estimaciones de la Biblioteca de los Dialectos de Valonia, ya que no existen estudios precisos al respecto.

En la actualidad, lo utilizan ancianos y gente del campo, porque en el marco rural, al contrario que en las ciudades, no hubo "estigmatización cultural".

"Los jóvenes no aprenden el valón de sus padres, que lo desconocen, sino de sus abuelos", señaló Frankinet, de 29 años.

Agregó que al estar excluido de la enseñanza pública, el valón está "en grave riesgo" de desaparecer en un par de generaciones.

"El problema es que muchos lo consideran inútil, y eso constituye un peligro terrible para su supervivencia", afirmó.

Alrededor de 200 personas trabajan por la recuperación de la lengua: grupos de teatro, de música, escritores, hay cursos privados a los que asisten algunos centenares de alumnos, existe incluso una Wikipedia valona.

Sin embargo, éstas son iniciativas marginales, y la lengua sigue siendo muy minoritaria, reconoció Frankinet.

La Biblioteca de los Dialectos de Valonia es hoy el último santuario del patrimonio lingüístico del sur de Bélgica.

En su archivo se conservan 35.000 libros en valón, 200 revistas -actualmente siguen publicándose quince en esta lengua-, 500 documentos sonoros y audiovisuales, y carteles.

"Nuestro primer objetivo es conservar todo lo escrito en valón y en otros dialectos belgas", explicó Frankinet, "y el segundo, promoverlos", para lo que organizan excursiones de escuelas y actividades infantiles.

El Museo de la Vida Valona, en el que se integra la biblioteca, tiene 50.000 visitas anuales.

Los orígenes del valón se remontan a la Edad Media, pero los estudiosos no pueden precisar el momento de su nacimiento porque durante siglos fue una lengua hablada, sin escritura, y no quedan por tanto pruebas de su antigüedad.

En el siglo XVI el francés se impuso en Valonia: "Nobles y burgueses lo preferían, porque era lo que se hablaba en la corte y lo que, en consecuencia, podía acercarles a los favores del rey de Francia", indicó Frankinet.

El valón quedó así relegado a "idioma de la gente vulgar" e inició una decadencia de siglos.

Hasta que en el XIX con la irrupción de las ideas del Romanticismo, que promovían la recuperación de las tradiciones y de la identidad nacional, experimentó una nueva, aunque breve, "edad de oro".

Se hizo muy popular el teatro costumbrista en valón, se escribió poesía e incluso ópera, que en algunos casos alcanzó gran éxito, "porque el público se reconocía en el habla de los personajes", rememoró Frankinet.

Este esplendor duró poco: entrado el siglo XX, el valón desapareció de la vida pública, y quedó relegado a las áreas rurales.

A la pregunta de si existe un lugar para el valón en el futuro, Frankinet responde: "Espero que sí, porque, como pasa con todos los idiomas, con él te expresas de una manera única, desde el corazón. Sería triste que desapareciese".

Otros dialectos belgas se enfrentan a su posible extinción en unas pocas generaciones: el champañés, el picardo y el gaumés.