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A 50 años del Diccionario de dudas, una nueva edición

03/11/2011

Ignacio Peyró, IntereconomíaManuel Seco, figura ya legendaria de la lexicografía española, también dirigió el monumental Diccionario del español actual.La copiosa labor filológica de Manuel Seco (Madrid, 1928) ha estado marcada por aquella máxima de Goethe según la cual la mejor manera de crecer consiste en limitarse. Con su bagaje de erudición, podía haber sido un intelectual al uso mundano; en cambio, con un trabajo y una paciencia de décadas, ha preferido hacerse un hueco en la historia de nuestra lengua con, al menos, dos trabajos de vocación aparentemente eremítica: la dirección del Diccionario del español actual (1999), de envergadura catedralicia, y la continuada puesta al día de su Diccionario de dudas y dificultades de la lengua española, cuya nueva versión, recién presentada a los medios, celebra el cincuentenario de la aparición primera de la obra.Si la obra aludida en primer lugar fue un trabajo en equipo, la segunda responde a la determinación solitaria —y radicalmente independiente— del propio autor.‘El Seco’Tal y como reconoce divertido el propio Seco, académico desde hace más de tres décadas, y colaborador de la Real Academia desde mucho tiempo atrás, el tiempo le ha concedido una suerte editorial singular: al igual que el Clausewitz o el Sun-Tzu, sus libros son conocidos por el nombre de su autor. Así, en el ámbito universitario, el Seco es el Diccionario del español actual; en un estrato más popular, el Seco, presente en tantos hogares españoles, es su Diccionario de dudas, compañía perfecta para hablar y redactar dentro de unos parámetros de corrección. Labor que, a juicio de Seco, «no es tan difícil», según comenta al glosar la pésima redacción de, por ejemplo, las cartas comerciales. Del éxito de su Diccionario de dudas, baste pensar que le han salido imitadores de tanto prestigio como el Diccionario Panhispánico de dudas editado por la Real Academia Española.De 1961 a 2011De 1961, de la primera edición, a esta parte, los españoles, ¿seguimos tropezando en las mismas piedras idiomáticas? Para Seco, «las piedras son siempre distintas, porque los idiomas evolucionan; la idea de ‘fijar’ la lengua es una utopía».El lexicógrafo, por otra parte, lamenta que «la educación está muy baja, y eso se refleja en la lengua. No sólo en España; los observadores de todos los países dicen lo mismo, que no se habla bien, que no se escribe bien». Pero Seco deja entrever que aquí la situación es algo peor.Inglés, sms...¿Qué peligros amenazan a nuestra lengua? Aparentemente, las nuevas tecnologías no. El lingüista advierte de que «los mensajes de texto son, en realidad, un sistema taquigráfico, y la taquigrafía no ha roto ninguna lengua», para a continuación añadir, con realismo irónico, que «lo peor es el contenido, que revela una tremenda pobreza mental».En su calidad de experto, Seco constata una preocupación popular: un supuesto exceso de anglicismos. Para el lexicógrafo, sin embargo, hay que relativizar el problema: «Esa influencia del inglés, hace cien años y con la misma fuerza, era la influencia del francés. El idioma tiene autodefensas. Muchos términos en inglés, por ejemplo de ámbitos como la moda o el deporte, desaparecen a los pocos años, otros se asimilan y otros se sustituyen por una palabra española. Ese supuesto peligro de invasión existe, fíjese, desde la propia Edad Media, que nos dio tantos términos de origen árabe, provenzal y francés».Lleida y SaragossaEn la nueva edición de su Diccionario de dudas, Manuel Seco ha dedicado no poca atención a la toponimia, es decir, a los nombres de lugar. El académico distingue entre el uso administrativo y oficial de algunas denominaciones —Lleida, Bizkaia, A Coruña— y su empleo correcto en español: «Son nombres propios del lugar en cuestión; en documentos oficiales y demás, hay que atenerse a esta nomenclatura, pero al escribir y al hablar en castellano, no tenemos que hacerlo». Menos aún cuando predominan, en lenguas cooficiales, topónimos como Conca o Saragossa.«Es culpa del Gobierno central que las autonomías hayan querido que las lenguas cooficiales suplan por completo a la lengua nacional, la que es de todos. Pero eso no es sino consecuencia de que tenemos un Gobierno de ignorantes». Significativa es, al respecto, la cita de Jorge Luis Borges con que encabeza su Diccionario de Dudas: «Debemos recalcar las afinidades de nuestro idioma, no sus regionalismos».